jueves, 17 de enero de 2008

AÑO NUEVO DE LOS ÁRBOLES

El día 15 del mes hebreo Shvat, se celebra alegremente, comiendo muchas frutas. La pregunta obvia es ¿a qué se debe este festejo tan especial?

La respuesta es, que en ese día acaece el Año Nuevo de los árboles. El mismo incide de modo especial en nuestras vidas, por ciertas razones que veremos a continuación.

UN POCO DE HISTORIA

El Eterno nos ordenó construir un Templo Sagrado, para revelarse en el mundo a través de su Presencia Divina -Shejiná- y proporcionarnos toda la abundancia necesaria para llevar adelante nuestras vidas de manera óptima. Esta revelación consta explícitamente en el texto bíblico: “Ellos Me harán un Santuario para que pueda habitar entre ellos” (Exodo 25: 8)

Lo enunciado permite gozar de cerca de la Presencia de Di-s, y beneficiarse enormemente por ello. Mas para cuidar este estrecho vínculo, se requiere que hagamos Su voluntad. Para ello es indispensable plegarse a las enseñanzas de la Torá, el plano que Di-s nos dio para regir nuestras vidas acorde al plan divino.

CARACTERÍSTICAS DEL TEMPLO

En el Templo Sagrado, debía haber oficiantes y auxiliares abocados al servicio en forma plena. Por tal razón, para que ellos puedan dedicarse a la asistencia íntegramente, Di-s les legó los diezmos del pueblo.

Asimismo, de manera recíproca, los sembrados de estos pobladores que otorgan sus diezmos, y sus cosechas, resultarán bendecidos por el correcto funcionamiento del Templo Sagrado. Pues el mismo es dirigido y mantenido en actividad por los mencionados sacerdotes y sus auxiliares.

CONCLUSIÓN

En síntesis, Di-s nos encomendó dar el diezmo a los que realizan el servicio en el Templo Sagrado, los sacerdotes –cohanim-, y los auxiliares de los sacerdotes –Levitas-.

Antes bien, paralela a esta ordenanza, El Eterno nos encomendó otra de similares características denominada el Segundo Diezmo. Sin embargo, el mismo no es exactamente igual al Primero, el cual debe ser dado a los oficiantes del Templo. Este otro diezmo no debe ser cedido a otros sin tener provecho directo del mismo, sino que será comido por nosotros mismos, y quienes deseemos convidar, junto a la Presencia Divina, en la ciudad de Jerusalén.

Este singular canon fue enunciado manifiestamente en el Pentateuco: “Separarás el diezmo de toda la cosecha de tu cultivo, el fruto del campo, año tras año. Comerás el diezmo de tu grano, tu vino y tu aceite, y el primogénito de tus vacunos y tus ovejas ante El Eterno, tu Dios, en el lugar que Él ha de elegir para que descanse Su Nombre, para que aprendas a temer a El Eterno, tu Dios, todos los días”. (Deuteronomio 14: 22-23)

Como se aprecia, se trata de un precepto muy especial, el cual nos insta a reunirnos anualmente con nuestro Creador. Se comparte de este modo con su Presencia una comida pura y sagrada, lograda del producto que produjo nuestro sembrado.

Antes bien, ¿Qué sucede con aquel individuo que vive lejos y no puede traer a Jerusalén su producción, ya sea porque la misma se le echará a perder en el camino, o cualquier otra razón valedera?

En un caso como el enunciado, ¿este hombre debe privarse de este sin igual encuentro?

¡De ningún modo!. Para un caso así, fue asignada una forma de proceder bien clara y especificada, que le permitirá gozar de la Presencia Divina, compartiendo ante la misma, una comida pura y selecta. Para ello debe actuar tal lo enseñado en los versículos subsiguientes:

“Si el camino fuere demasiado largo para ti y no pudieres cargarlo, porque el lugar que eligiere El Eterno, tu Dios, está lejos de ti, pues El Eterno, tu Dios, te habrá bendecido, entonces podrás cambiarlo por dinero, envolver el dinero en tu mano, e ir al lugar que ha de elegir El Eterno, tu Dios. Puedes gastar el dinero en todo lo que desee tu corazón, en ganado, en ovejas, en vino, o en una bebida alcohólica, o cualquier cosa que ansíe tu alma; lo comerás allí ante El Eterno, tu Dios, y te regocijarás, tú y tu casa. No abandonarás al levita que está en tus ciudades, pues él no tiene porción ni herencia junto a ti. (Deuteronomio 14: 24-26)

REFLEXIONANDO

Notamos que El Eterno, desea en gran manera este encuentro. A tal punto que ofrece soluciones y alternativas viables a todos, para que puedan reunirse y compartir con Él una comida selecta y pura.

Antes bien, existen ciertos años, en los cuales Di-s se priva de esta tan deseada reunión con sus hijos, para dar prioridad a un acto inigualable. Nos ordenó que dos veces en cada período de remisión -Shemitá- que dura siete años, nos comportemos de modo particular y no vayamos a Verlo.

El año 1 y 2 a partir de la Shemitá, iremos a Jerusalén a comer junto a El Eterno, como fue establecido. Pero al tercer año, debe reemplazarse la reunión íntima que compartimos con Él, dando esos alimentos a los necesitados.

Luego, al cuarto año de la Shemitá, nuevamente iremos a Jerusalén a comer junto a El Eterno, y eso mismo haremos el quinto año. pero al sexto año, se darán esos alimentos a los necesitados. Luego viene el año séptimo, es decir, el año de la remisión -Shemitá-, y tras el mismo, la cuenta cíclica vuelve a comenzar.

Este precepto de dar a los necesitados el producto del Segundo Diezmo consta en el Pentateuco: “Al cabo de tres años separarás todos los diezmos de tu cosecha de ese año y los depositarás dentro de tus ciudades. Entonces el levita podrá venir, pues no tiene porción ni herencia junto a ti, y el prosélito, el huérfano, y la viuda que están en tus ciudades, para que puedan comer y saciarse, para que El Eterno, tu Dios, te bendiga en todas las obras que emprendas”. (Deuteronomio 14: 28-29)

CONCLUSIONES

Lo enunciado revela, que somos altamente considerados por El Eterno, quién desea vernos anualmente en su Santa Morada que eligió aquí en la Tierra, para compartir con nosotros una estadía inigualable. Pero hay un momento en que estos deleites irremplazables y extraordinarios deben ser suprimidos, para dar paso a un hecho no menos relevante. Se requiere que cada tres años nos ocupemos de aquel que no tiene la posibilidad de hacer eso que acostumbramos anualmente, al no disponer ellos de campos ni de frutas propias. Por lo tanto, a nosotros corresponde hacer sentir, cada tanto, parte de ese afecto que experimentamos a nuestros hermanos carenciados, de modo que perciban esa afinidad y logren sentirse también parte de la congregación.

Antes bien, para cumplir con este precepto del Segundo Diezmo de los frutos en forma correcta, y también con el Primer Diezmo, debemos contar con un dato fundamental. Tendremos que saber cuando comienza y acaba el año de los árboles. Pues teniendo en cuenta lo antes dicho, a partir del día 1 del año uno, contando a partir de la Shemitá, debemos reunir los frutos para ir a Jerusalén y así hasta culminar el año. Lo mismo acontece en el año dos. Pero a partir del día 1 del año tres, corresponde dar esos frutos a los necesitados. Y ¿como sabemos cuando empieza y termina el año de los árboles para hacer esa diferencia y separar el diezmo como corresponde?

Ese dato fue resuelto por nuestros sabios, y consta en la Mishná, precisamente en el tratado de Rosh Hashná (1: 1):

La academia de Beit Hilel estudió que el Año Nuevo para el árbol es el quince del mes hebreo llamado, Shevat.

El motivo por el cual se fijó el Año Nuevo para los árboles en Shevat, es explicado en el Talmud: por cuanto que transcurrieron la mayoría de las lluvias del año y la resina emerge en los árboles, resulta que las frutas comienzan a gestarse desde ahora.

No obstante otros exegetas explican que el motivo de Beit Hilel es, porque el quince de Shevat es el límite intermedio entre el período invernal del mes Tevet y el período primaveral del mes Nisán. Antes bien, puesto que transcurrió la mitad del período de Tevet ya se disminuyó su fuerza, y el frío no es tan intenso, por lo tanto, el proceso de gestación de los frutos avanza y se fortifica (Meiri).

Por lo tanto, dado que el 15 de Shevat es el Año Nuevo para el árbol, y ese dato es fundamental para calcular el tipo de diezmo que corresponde extraer, tal fecha se celebra de modo particular.

La mayoría de las congregaciones acostumbran en esta fecha, saborear frutas provenientes de la Tierra de Israel. Además, hay quienes estilan probar 15 clases de frutas diferentes, en correspondencia con el numero 15, la fecha del mes en que acaece tal celebración.

No obstante, de no ser posible conseguir frutas de Israel, las distintas comunidades celebran igualmente, con frutas locales.