C Á P S U L A S
X C V I I I
Por: J. N. Robles Olarte
Arrepentirse no significa no
solo decir, “Oh, si, lo siento mucho”. Arrepentirse significa “cambiar”, hacer
algo totalmente diferente, volverse ciento ochenta grados de lo que se hacía,
ir por un camino diferente al otro. Un
ejemplo muy al caso es como cuando uno tira una pelota hacia arriba; llega a un
punto tal que se regresa por efecto de la fuerza de la gravedad. Asi debe ser nuestro cambio, y vuelta al
Creador!
El arrepentimiento tiene el
mismo recorrido. Si se va por el camino errado, contra el principio o los
principios de nuestro Creador, tal actitud hará que ello vaya en contra
nuestra. Es por ello que debemos,
tenemos, la obligación de saber observar el camino mal escogido y “parar” tal actitud
y volvernos por el camino indicado por nuestro Creador, del que nunca debimos
separarnos. Arrepentirse es ir ante el
Creador con un corazón y mente
contritos, declarar nuestra culpa, y pedir misericordia. No olvidemos que Él mantiene Su misericordia,
Su amor, por mil generaciones, y que perdona la iniquidad, la rebeldía y el
pecado. Así que todo lo que cuando
trasgredimos Sus Leyes y Mandatos Justos, lo que debemos hacer es solicitarle
Su Misericordia, misma que siempre tiene a mano para dárnosla a manos
llenas! No necesitamos de sacrificio
alguno, y menos de un sacrificio humano para agradarle y obtener Su perdón y
misericordia, como lo practican muchas religiones. Él mismo nos dice que lo que le interesa es,
y ver en nosotros, un corazón deshecho y contrito. Eso es lo que Él espera para podernos
perdonar totalmente! Si pecamos, debemos
seguir el ejemplo que se nos da en Salmos 51.
¡Confiese su pecado ante Él, y Él le perdonará con toda seguridad!
Regresemos un poco atrás, y
veamos una escena increíble que trata del momento cuando el Eterno Creador baja
de los cielos a la tierra, y muestra Su Gloria a Moisés, y éste vuelve su cara
para no verlo por el temor de morir por ello!
No solo experimentó ver la Gloria del Creador, sino que su misma cara resplandece
maravillosamente. Después de ello el mismo Creador le proclama
personalmente Su Nombre, YHWH, E t e r n o.
La descripción de Su naturaleza básica, Su carácter más profundo se
refleja en ser, Misericordioso, Clemente, y Tardo a la Cólera, Rico en
AMOR y FIDELIDAD! ¡Esto mismo fue lo que
entendió Abraham, en su tiempo¡
Abraham comprendió que el
ETERNO CREADOR es misericordioso, clemente, tardo para airarse, y abundante en
amor y fidelidad. Es por ésta fidelidad
que podemos obedecerLE . Ésta auto
revelación es tan básica, tan profunda, que se repite varias veces, y de
diferentes formas, a lo largo de las Sagradas Escrituras. Se convierte ella misma en una
descripción divinamente revelada por el
Creador de todo. Por ello es que Moisés
se refiere a ella en numerosas ocasiones!
Lo que es impresionante, y
digno de atención, en la revelación efectuada en la cima del Monte Sinaí, es Su
absoluta concreción. Cuando uno lee en
Éxodo o Deuteronomio los relatos de éstos eventos, surge un inequívoco
sentimiento educador de lo que éstos textos tratan de transmitirnos, de
enseñarnos! Ello tiene que ver con la
noción que adquirimos de cómo el Creador Se introduce a Si mismo en los eventos
normales de la historia humana, y así hacerse conocer dentro de los más
inimaginables objetivos a efectuar. ¡Acción ciertamente extraordinaria!
Hablar del Eterno Creador,
creador de Abraham, Isaac y Jacob, es algo increíble! Él llamó a Moisés para
que guiase Su pueblo a salir, con mano poderosa, de Egipto; a quien Se reveló
en el Monte Sinaí, y habla, cara a cara, con él y, posteriormente, con el
pueblo todo. Su Camino de Vida se suma
en los DIEZ MANDAMIENTOS, mandamientos que debemos llegar a conocer, entender y
comprender; y saber, realmente, quien es
este ÚNICO CREADOR! El gran mandamiento
se resume en la práctica de la SHEMA. ¡Debemos amar, pues, al Eterno nuestro
Creador con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras
fuerzas!
LAS CAMPAÑAS BÉLICAS DE LOS
ATLANTES
Jürgen Spanuth
CONTRA EGIPTO.-
Las expediciones militares de
los atlantes, igual que ocurre con los cataclismos naturales y las catástrofes
mencionadas por Platón, se han considerado sin más como del dominio de la
fábula. Incluso los eruditos que llegan a admitir que dentro del relato de
Platón «hay algún atisbo de verdad», como Adolf Schulten y Wilhelm Brandenstein
—este último, titular de la cátedra de filología de la Universidad de Graz y el
primero profesor de Historia Antigua residente durante muchos años en España—
consideran todo lo que hace referencia a las campañas de los atlantes como
«algo que flota entre las nubes» o niegan por completo tales expediciones. Hay
que confesar que los datos que poseemos hasta ahora de las relaciones
existentes entre las diversas potencias de la Edad del Bronce nos inclinan a
este escepticismo. El hecho de que un pueblo haya atravesado toda Europa, luego
el Asia Menor y haya llegado por fin a las puertas de Egipto con la intención
de poner bajo su dominio «vuestro territorio (Grecia), el nuestro (Egipto) y
todos los otros países que se hallan más acá del estrecho» (Turneo, 25) parece
a primera vista inverosímil. Se considera que el proyecto encaminado a unificar
todos los países europeos y mediterráneos bajo un solo y único cetro es una
concepción demasiado moderna para ser verdad entonces. Si es bastante
sorprendente ya de por sí encontrar esta concepción escrita por Platón, lo es
aún más si se reflexiona en los años transcurridos desde que se puso en
ejecución y que tan cerca estuvo de verse coronada por el éxito. La cosa parecía
increíble y por ello la opinión unánime ha rehusado admitir este pasaje del
relato de Platón. Ha habido algunos que han intentado sacar partido incluso de
esta inverosimilitud para demostrar el valor nulo en cuanto a documento
histórico de la descripción platónica referente a la Atlántida.
Y no obstante, los papiros y
los escritos contemporáneos demuestran que esta opinión tomada a la ligera es
errónea. Examinaremos por unos momentos los datos relativos a las campañas
bélicas de los atlantes y de este plan «paneuropeo», suministrados por Platón,
comparándolos con las precisiones facilitadas por los documentos
contemporáneos. Así podremos llegar a demostrar que Platón no ha sido más que
un fiel transcriptor del relato hecho a Solón por el sacerdote egipcio de Sais.
Platón aduce a este respecto lo siguiente:
1. Los pueblos del imperio
atlántico habíanse «reunido y formado una potencia única con el propósito de
dominar vuestro territorio (Grecia) y el nuestro (Egipto), así como a todos los
países que se hallaban más acá del estrecho (de Gibraltar), en el curso de una
expedición guerrera» (Timeo, 25).
2. En el curso de esta campaña
los atlantes habían atravesado toda Europa, y habían dominado a toda Grecia con
excepción de Atenas y habían pasado luego por Asia Menor hasta llegar a las
fronteras de Egipto; país al que pusieron en un gran aprieto, pero al que no
pudieron someter (Timeo, 24, 25; Cutías, 108).
3. Entre los países
mediterráneos sometidos a los reyes de la Atlántida figuran: «Libia hasta
Egipto y Europa hasta Tirrenia (Etruria)» (Timeo, 25, y Critias, 114). Las
gentes de estos países tomaron parte
también en la gran expedición militar.
4. La potencia atlante estaba
constituida por un ejército muy bien organizado y equipado. Contaba con
dotaciones de carros de combate y disponía de una flota guerrera poderosísima.
Diez reyes —denominados «los diez»— bajo el mando supremo del rey de la
Atlántida, tenían a su cargo la dirección de las operaciones (Critias, 119,
120).
5. La expedición de los
atlantes tuvo lugar en el mismo tiempo en que ocurrieron las grandes
catástrofes de la naturaleza. Es decir, hacia el año 1200 a. C., según hemos
establecido antes.
Es un hecho innegable que
alrededor del año 1200 tienen lugar sobre la tierra una serie de acontecimientos
que guardan estrecha similitud con los que nos describe Platón en su relato
sobre la Atlántida.
Los acontecimientos a que nos
referimos son los que se denominan en historia con el nombre de «gran
migración», «invasión doria», «invasión egea», «invasión iliria». Y en cuanto a
los pueblos que tomaron parte en este éxodo en masa en sus momentos iniciales,
se los designa como «pueblos del norte» o «pueblos del mar».
Al lado de las inscripciones
contemporáneas ya citadas, a las que Bilabel califica de «documentos del más
alto valor histórico», nos ayudan en esta tarea infinidad de descubrimientos
arqueológicos que contribuyen a levantar un velo sobre este período capital de
la historia europea. Con estos datos nos será posible llegar a una reconstrucción
de los mencionados acontecimientos.
Bajo el reinado del faraón
Merneptah de la XIX dinastía, los libios y sus aliados penetraron en territorio
egipcio procedentes del oeste. El agostamiento que sufría su país les impelió a
buscar más al este, hacia Egipto, su subsistencia. En esta emigración les
acompañaban sus mujeres e hijos. A las
órdenes del príncipe Merije consiguieron los libios llegar hasta Menfis y
Heliópolis, en donde se instalaron.
Momento crucial por el
que Egipto nunca había atravesado desde
los tiempos de la invasión de los hicsos. Merneptah, hallándose en el quinto
año de su reinado, es decir, en el año 1227 antes de Jesucristo, resolvió
alejar al invasor. Al tercer día de «epifi» (abril) tuvo lugar un gran
encuentro cerca de Perir. Al cabo de seis horas de encarnizado combate el
enemigo fue derrotado y buscó la
salvación en la huida. Un rico
botín cayó en las manos del
victorioso faraón: 9.111 espadas de tres a cuatro «espanes» (de 22 a 24 cm.) de
longitud, todas ellas de bronce. El número de los caídos fue el de 6.359
libios, 2.370 «gente del norte, originarios de los países del mar (atlantes)»,
222 chekelescha (sicilianos) y 742 turuschas (etruscos).
Pero a pesar de que el enemigo
(o sea la federación de libios y gente del norte) sufrió una gran derrota,
volvió a reagruparse. La batalla de Perir fue sólo una entre muchas y
sangrientas batallas. Fue asimismo el anuncio de una revolución mundial, de
cuya magnitud y trascendencia no hay otro ejemplo en la historia antigua de la
humanidad.
Por las medidas que se tomaron
por parte de los Estados situados en la región oriental del Mediterráneo, se
deduce que no fue una cuestión sin importancia y que preveían, por el
contrario, un terrible peligro.
Hacia finales del siglo XIII
a. C. los atenienses construyen sus murallas ciclópeas y las dotan de torres
para su defensa. En Micenas se refuerzan las
construcciones defensivas, al mismo tiempo que se preocupan sus
habitantes de asegurarse el aprovisionamiento de agua. En Tirinto se realizan
obras análogas y se construye una gran fortaleza.
En Asia Menor, los reyes
hititas intentan conjurar el peligro firmando alianzas militares con Egipto y
realizando grandes fortificaciones en su capital Boghaz-köy. Por último, en
Egipto los faraones refuerzan el
efectivo de sus ejércitos,
reconstruyen las ciudades fronterizas, reclutan mercenarios y movilizan grandes
contingentes de tropas. «Todo ello no
son más que los signos precursores de la
tempestad», según afirma el historiador Schachermeyr.
Hacia el año 1200 la tempestad
prevista estalla con una violencia insospechada. Procedentes del norte penetran
en Grecia poderosas formaciones de guerreros que invaden todo el territorio con
la única excepción de Atenas, cuyos habitantes se hacen fuertes y resisten con
gran heroísmo al invasor.
Los pueblos invasores del
norte llegan por vía terrestre, pero debieron ser expertos constructores de naves y diestros
marinos. Si escuchamos la leyenda, en Naupaktos, en el golfo de Corinto,
construyeron una imponente flota con la que se hicieron dueños del Peloponeso,
destruyendo y aniquilando a las flotas aqueas y cretenses. Luego desembarcaron
en Creta, las islas del Egeo y Chipre.
Todo nos induce a creer que
una parte muy importante de los conquistadores habíase segregado del cuerpo
principal antes de que éste se dirigiese a Grecia. Atravesando el Bósforo, los
invasores asolaron Troya
(Troya VII b según los
estratos arqueológicos)1. Ochenta años antes (Troya VII a) había sido ya
destruida por la invasión micénica helena. Una cadena de ruinas y de destrucciones jalona esta ruta
seguida por los invasores. Parece ser que éstos, «los que seguían la ruta
terrestre», operaban conjuntamente con «los llegados por el mar», es decir,
aquellos que, partiendo del Peloponeso, navegaban hacia Creta y Chipre.
El Asia Menor fue atravesada
por completo y ocupada. El poderoso imperio de los hititas fue aniquilado de
tal modo que desapareció casi sin dejar huellas en la historia. Boghaz—köy, la
capital de los hititas, según revelan las excavaciones allí efectuadas, fue, a
pesar de sus poderosos dispositivos de defensa, tomada al asalto, saqueada y
arrasada.
Las inscripciones y textos
egipcios contemporáneos corroboran los anteriores datos arqueológicos y nos dan
cuenta de cómo se realizó la progresión de los conquistadores. En una
inscripción de Medinet-Habú, Ramsés III nos dice: «Los pueblos del norte
conjuráronse en sus islas. Éstas fueron destruidas y arrasadas por las
tempestades casi al mismo tiempo». No hubo país que pudiera oponerse a la
fuerza de los invasores. Los Hatti (rútilas), Kode, Karkemish, Arzawa, Alasia (Chipre), fueron pasados a sangre y fuego. Su
campo central de operaciones lo instalaron en una ciudad de Amurru (en la
actual Siria del Sur). Aniquilaron al país y a los hombres como si jamás
hubiera habido civilización en el país. Marcharon sobre Egipto precedidos por
un vasto incendio. Los Phrst, Sakar, Denen, sumáronse a ellos y avasallaron a
los Sekelesa y Vasasa. Se puede decir que llegaron a extender su dominio hasta
los confines de la tierra y su corazón rebosaba júbilo, pues estaban seguros de
que sus planes se realizarían.
Combate entre egipcios e
hiperbóreos. Detalle del relieve anterior.
Así pues, todo nos induce a
creer que antes de lanzar un asalto definitivo contra Egipto, «los pueblos del
norte y del océano» se reagruparon en Amurru.
Ramsés III ordenó la
movilización general. Fortaleció sus puestos fronterizos del norte, aseguró los
puertos y agrupó toda clase de embarcaciones aptas para el combate «que de la
popa a la proa estaban colmadas de guerreros avezados y fuertes, armados hasta
los dientes». El faraón dio la orden: «Sacad todas las armas, reunid a todas
las tropas de reserva para destruir al enemigo miserable». El reclutamiento y
la distribución de armas corría a cargo del príncipe heredero. Además de las
tropas indígenas formáronse cohortes de negros y de mercenarios sardos. «Todo
aquel que estaba bajo las órdenes del faraón y que se consideraba capaz de usar
armas, fue provisto de ellas.» Es en tono orgulloso que se lee: «Los soldados
eran los mejores de Egipto, eran como leones que rugen en las montañas. Las
tropas de los carros eran todas gentes
avezadas al combate, héroes y combatientes, duchos en la lucha y que sabían
perfectamente su oficio. Sus corceles
temblaban impacientes con el afán de
destruir al enemigo.»
Al quinto año del reinado de
Ramsés III (1195 a. C.), después de algunas escaramuzas ligeras se produjo el
ataque general contra Egipto. Seguramente este ataque estaba previsto dentro
.de un plan general de operaciones, pues mientras los libios atacaban por el
oeste, ayudados como en circunstancias anteriores por los pueblos del norte,
desde el mar una poderosa flota de guerra intentó forzar la boca del Nilo, a la
par que el grueso principal de la fuerza se puso en marcha desde el país amorrita.
Ramsés III salió al frente de sus tropas al encuentro del enemigo.
Se produjo entonces una
colisión de significado histórico mundial. Gracias a todos los recursos de que
se han echado mano y, al parecer, a la fortuna excepcional que le asistió en
varios combates, Ramsés III pudo resistir este asalto de los pueblos del norte.
«Cientos de miles» de ellos fueron muertos o capturados. Los barcos de guerra
de la gente del norte, algunos de los cuales consiguieron llegar a la costa
egipcia, «chocaron contra una muralla de cobre» y «fueron cercados por las
lanzas de los soldados, que les obligaron a internarse en el país y les
aislaron»; sus ocupantes «derribados al abordaje, fueron aniquilados y sus
cadáveres se amontonaban de la proa a la popa de sus naves». Los egipcios hicieron
zozobrar a muchos barcos y muchos
tripulantes de ellos, que buscaban la salvación nadando, perecieron ahogados o
muertos bajo sus armas. Las mujeres y los niños de estos pueblos del norte o
del mar acompañaban en carretas tiradas por bueyes a los que efectuaban la
invasión por vía terrestre. Muchos de
ellos fueron cercados, y mujeres y niños, sin distinción alguna, fueron muertos
o hechos prisioneros.
Wreszinski, el reputado
egiptólogo, supone que la decisión de la batalla estuvo en el mar, debido a la
gran prolijidad de detalles que a este aspecto de la guerra se consagra. Es muy
posible. Las ilustraciones que llenan las paredes de Medinet-Habú también nos
dejan entrever por qué motivo la gente del norte, a pesar de sus innegables
dotes marineras, perdió la batalla naval. Sus embarcaciones carecían de remos y
estaban dotadas de velas que únicamente podían impeler hacia delante. Al
parecer, en aquel día decisivo de la batalla reinaba la calma. Las velas
cargadas eran inoperantes y los barcos derivaron al impulso de las corrientes
que los llevaban hacia tierra. Por otra parte, la dotación de combate de los
barcos iba provista sólo de espada y lanza, es decir, iban equipados sólo para
la lucha cuerpo a cuerpo y ninguno disponía de arco. En cambio, desembocando
por sorpresa de los diferentes brazos de mar del delta del Nilo, los egipcios
tenían sus barcos propulsados y bien dirigidos a fuerza de brazos y todos ellos
disponían de arcos, por lo que cayeron como una tromba sobre las embarcaciones
enemigas. Manteniéndose a distancia, incumbía a los arqueros el disparar una
nube de flechas sobre los pueblos del norte, indefensos sobre el puente de sus
naves. Los egipcios, al objeto de proteger a sus remeros y arqueros, se
escudaron tras los cuerpos de los prisioneros atados a las bordas de las naves.
Cuando la tripulación nórdica fue diezmada por los certeros disparos de los
arqueros egipcios, aproximáronse éstos a las naves enemigas y, lanzando garfios
de abordaje, los marinos egipcios intentaron ensartarlas en las velas cargadas
de los barcos enemigos para hacerlos zozobrar. Una vez logrado, los guerreros
fueron aniquilados fácilmente en el agua y sólo algunos de ellos lograron
alcanzar la costa, donde fueron capturados por los egipcios.
Los escultores egipcios han
inmortalizado en los relieves de Medinet-Habú escenas impresionantes en que la
gente del norte lucha por la vida. En una embarcación, dentro de la cual todos
los demás hombres están muertos o heridos, se ve a un guerrero que, sosteniendo
con su mano derecha a un camarada, cae al agua, mientras levanta su escudo para
defenderse. En otro, los marineros del norte, a pesar del peligro que sobre
ellos se cierne, ayudan a subir un herido a bordo. Los bajorrelieves de la
batalla terrestre muestran escenas que ilustran sobre el espíritu de
compañerismo y sobre la valentía de los guerreros atacantes. Otto Eisfeld, que
ha estudiado tan acertadamente las civilizaciones fenicias y filisteas, tiene
razón cuando escribe: «Los bajorrelieves egipcios que nos explican las batallas
libradas por Ramses III contra los filisteos demuestran la valentía de estos
últimos. Incluso prisioneros y encadenados, los cautivos mantienen un aire
noble y altivo.» Luego veremos que los filisteos tienen un papel importantísimo
en la coalición de los «pueblos del norte y del mar».
Los egipcios cercenaron las
manos de los muertos y de los heridos tanto de tierra como de mar, para
contarlas y luego hacinarlas. En aquel tiempo éste era el procedimiento que se
empleaba para efectuar el recuento del enemigo caído en el campo de batalla.
Pero, cosa extraña, en tanto que siempre en las batallas libradas por Ramses
III el número de manos cortadas se cita escrupulosamente —así, por ejemplo, en
la batalla contra libios y pueblos del norte coaligados en las fronteras del
oeste de Egipto, las inscripciones de Medinet-Habú registran un total de 25.067
manos y 25.215 falos—, en esta decisiva batalla del año 1195 antes de
Jesucristo no se dan las cifras exactas de las manos cortadas. Sólo se dice que
fueron cortados «manos y falos sin cuento». En cambio, en el mismo texto se
habla de «tantos enemigos como saltamontes», de «cientos de miles» e, incluso,
de «millones». «Tan numerosos como los granos de arena del mar» fue, según se
dice en las inscripciones, el número de prisioneros.
Todas estas afirmaciones vagas
e imprecisas nos inducen a creer que se escogieron estas expresiones debido a
que el número de bajas, tanto de muertos como de heridos, fue muy superior al
de las batallas precedentes.
Un gran bajorrelieve que se ha
conservado perfectamente nos muestra la suerte que se reservó a los
prisioneros. Atados fuertemente unos contra otros eran conducidos a campos de
prisioneros. Sentados en línea en los campos esperaban a que se les
interrogara. Uno a uno eran conducidos ante los oficiales egipcios, a los que
es fácil identificar por sus largos mandiles.
Entonces se les marcaba en la
espalda, con un hierro al rojo, el sello del soberano. E inmediatamente seguía el interrogatorio, que quedaba
registrado por numerosos escribas.
El propio Faraón condujo a los reyes y príncipes
de los pueblos del norte y del océano que habían sido capturados en el combate.
Ramsés III precisa que habiendo hecho prisioneros a diez príncipes de los
pueblos del norte fueron uncidos a su cortejo triunfal.
La victoria de Ramsés III
parece haber sido total y definitiva, pero la realidad nos dice que no fue sino
una victoria pírrica. Muchas otras veces tuvo que ponerse al frente de sus
hombres para defender a su país. El Antiguo Testamento hace también alusión a
estas continuas guerras entre los egipcios y los filisteos (pueblos del norte).
En el Éxodo (13, 17) se dice: «Cuando el faraón permitió que saliera el pueblo,
Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba más
cerca; porque Dios pensó que quizá el pueblo se arrepintiese cuando viera la
guerra y volviera a Egipto.» Egipto tuvo que pagar muy caro en sangre el precio
de estas guerras. Mientras que en el reinado de Ramsés II Egipto se encontraba
aún en pleno apogeo, bajo el de sus sucesores un período de letargo anuncia la
decadencia. Los pueblos nórdicos pudieron consolidarse en la antigúa provincia
egipcia de Amurru, la actual Siria, en donde construyeron puertos seguros en la
costa. Durante unos 200 años lograron mantenerse como amos y señores de toda
Palestina y las regiones del litoral oriental del Mediterráneo, que a partir de
entonces tomó el nombre de «mar de los filisteos» del nombre dinástico de los
«Phrst» o filisteos, una de las estirpes de los conquistadores (Éxodo, 23, 31).
Aliados con los libios, los
«pueblos del norte» llegaron incluso a penetrar en Egipto, donde instauraron
una especie de dictadura militar. En el año 946 a. C., un libio, Sheshonq I,
llegó a sentarse en el trono de los faraones.
Si se comparan los hechos
históricos según resultan del desciframiento de las inscripciones
contemporáneas y de los descubrimientos y los datos facilitados en el relato
platónico de la Atlántida, todos ellos concuerdan perfectamente.
Por lo que se deduce del
relato atlántico, en los albores de la Edad del Hierro, es decir, hacia finales
del siglo XIII antes de Jesucristo y coincidiendo con unas grandes catástrofes
naturales, existió un pueblo poderoso que ejerció su hegemonía sobre islas y
países situados «en el gran mar del norte». Dicho pueblo, «habiendo llegado a
una federación de aliados y vecinos, se propuso conquistar de un solo empuje a
Grecia, Egipto y a todos los países situados más allá del estrecho». Esta
acometida tuvo lugar, efectivamente, en Europa y Asia Menor hasta Egipto, país
que llegó a encontrarse en situación muy apurada a pesar de haber rechazado el
ataque. Al invasor sumáronse las huestes de los libios, tirrenos, sekelesa y
vasasa. Este ejército estaba al mando de «Los Diez», quienes a su vez obedecían
al supremo jefe de los filisteos o de los Phrst. Poderosas unidades de carros
de combate, así como una potente flota de guerra, reforzaban el eficaz ejército
de tierra. Con el ataque marítimo se establece el primer intento de penetrar por
mar en Egipto. Durante el curso de esta descomunal expedición tuvieron lugar
muchas catástrofes naturales. Egipto pasó por momentos muy difíciles y logró
conservar su libertad a costa de muchos sacrificios y penalidades, durante unos
doscientos años. Empleando literalmente las palabras de Ramsés III, esta
potencia estuvo a punto de «lograr su propósito de llegar a dominar hasta el
más recóndito rincón de la tierra». Y los prisioneros estaban convencidos de
que, pese a la terrible derrota infligida por el faraón, «llegarían a poder
realizar sus planes».
Es imposible, pues, que
Platón, así como la tradición griega y Solón —este último admite: «No había
ningún griego que pudiera llegar a sospechar que todo esto había ocurrido» (Timeo,
22) —, se hayan podido inventar todos estos hechos, que, según hemos visto,
descansan sobre bases y acontecimientos históricos. Esta concordancia, que
llega a ser casi literal, entre el texto del relato platónico y el de los
textos contemporáneos egipcios, demuestra que los sacerdotes de Sais estaban
perfectamente impuestos de los papiros e inscripciones y que se fundaban en lo
que en ellos se decía para hacer la exposición de los hechos a Solón.
He aquí una prueba
suplementaria de que, contrariamente a lo que se ha pretendido, el relato de
Platón no es fruto de la fantasía, sino un documento histórico perfectamente
válido. Se trata, pues, «no de una leyenda poética, sino de una historia
verdadera desde todos los puntos de vista» (Tuneo, 26).
The History of Zionism &
Judaism
This text is from an article
called "An Open Letter" published in the Jewish magazine,
"Hachoma". We think it provides a good historical overview of the
history of Zionism and why the Zionist ideology is opposed by religious
Orthodox Jews.
The Jewish people, from its
inception, has been unique by its identity as a religious entity. Through the
centuries its religious character had been a premise agreed upon by Jews and
non-Jews alike. Our faith demands as the fundamental condition for recognition
as a Jew, belief and adherence to the word of G-d, as was revealed to our
forefathers on Mount Sinai. This is in itself, according to the tenets of the
Jewish religion, sufficient to fulfill the definition of a Jew. Our religious
and traditional history bears no aspect of racism. Hence, one of non-Jewish
origin is capable of being proselytized and attaining the same status as a born
Jew. Conversely, one of Jewish birth who does not recognize his being bound to
the Jewish Torah, is by Jewish law a heretic, and therefore forfeits his
spiritual birthrights as a Jew.
The purpose of the Jew is to
bear witness to the existence of G-d, through his adherence to the Torah. The
Al-mighty granted the Jews the land of Israel as the particular setting which
would serve as the most conducive atmosphere to their performance of their
duties to G-d.
The Jews in ancient times were
banished from the land of Israel because they had failed to fulfill their
obligations to the Al-mighty. Every Jew acknowledges this in his prayers
(Umipnei Chatoeinu Golinu Meiartzeinu). They accepted the penalty of exile and
were at that time expressed sworn by the Al-mighty not to accelerate their
redemption on their own, and especially not to rebel against the nations under
whose rule they were found. To the contrary, every Jew is commanded to pray for
the peace and well being of the government of which he is the subject.
Through all the years of
exile, pious Jews as individuals were attracted to reside in the Holy Land
because of its innate holy character and the opportunity it offered for the
observance of various precepts bound in the land. Jews as a whole continue to
pray that the Al-mighty return his Divine presence to the Land of Israel, by
the coming of the Messiah, who will build His Temple, from whence will emanate
Divine Wisdom and ultimate spiritual fulfillment of the entire human race.
Through the many years that
Jews resided in the Holy Land for this purpose, they enjoyed tranquil and
cordial relations with the non-Jewish population there.
The Zionist movement which was
formed at the latter part of the last century, sought to endow the Jews with a
nationalistic character which was heretofore strange to them. It sought to
deprive them of their historically religious character and offered in
substitution of faith in G-d and adherence to the Torah, and belief in their
ultimate redemption by the coming of the Messiah, a nationalistic ideology and
the possibility of establishing through political media, a Jewish national
homeland.
During the period of the British
Mandate, the Balfour
Declaration, which recognized the eventual possibility of founding a
Jewish national homeland, in Palestine, was affirmed to be the British
government. The Jewish Agency, who then was the Chief representative of Zionist
interests in the Holy Land, was entrusted with the issuance of visas to the
Holy Land, thus resulting in an increased Zionist immigration from various
parts of the world, which ultimately succeeded in superceding in numbers, the
veteran Orthodox dwellers.
Orthodox Jewry all over the
world and the Orthodox Community in the Holy Land in particular, immediately
sensed in this stage of Zionist success, the threat of grave danger for the
religious future of Jews. The Arab inhabitants began to exhibit open hostility
to their Jewish neighbors. The British government failed to distinguish between
the Orthodox community, who for generations in habited the Holy Land, and the
newly arrived Zionist immigrants.
With the acquisition by the
Zionist nationalists of the power to organize communities in Palestine, they
formed the Vaad Haleumi Leknesset Yisroel (National Jewish Council Committee).
This committee ignored the rights of the Orthodox veteran dwellers who did not
recognize this validity of Jewish nationality, and whose identification as Jews
was solely with their loyalty to their religious heritage. The religious
inhabitants, on the other hand, shuddered at the prospects of spiritual
disintegration of World Jewry, with the new rise to power of the Zionist
nationalists.
The Orthodox inhabitants
actively objected to being subject to the authority of the secularists. They
appealed their cause to the League of
Nations, who consequently granted them a "Right of
exclusion" to the subjugation to the Vaad Haleumi, which rights provided
that any Jew wishing not to be incorporated into the Vaad Haleumi, may remain
lawfully independent if he so stated his wish in writing. Thousands of Jews did
so.
Such was the case until
November 1948, when the United
Nations finally sanctioned the establishment of a Zionist State. We
do not doubt that their success in finally realizing their goal was due in
great measure to their having misled the world into viewing the Zionist cause
as the Jewish cause. The formation of the Zionist state resulted in the
automatic deprivation of the autonomy heretofore possessed by the Orthodox
inhabitants of the Holy Land.
The Zionists grasped in the
acquisition of their new powers, the opportunity to openly disassociate
themselves from any identification with Jews as a religion. They systematically
began to orient the minds of their generations according to the tenets of
Zionist nationalism. Through the Ministry of Religions they employed part of
the Rabbinate to assist them in their aims.
The religious Jews who by
virtue of their faith, clearly contradicted Zionist nationalism, and who had
lived peacefully with their Arab neighbors for generations, became unwillingly
identified with the Zionist cause and their struggle with the Arabs. They
requested the United Nations that Jerusalem be designated as a defacto
international city. They appealed to the diplocatic corps assigned to Jerusalem
-- but to no avail. They were hence confronted with the choice of either
becoming a part of the Zionist State, which diametrically opposed the interests
of Jews as a religion, or abandoning the land of which their forefathers were
the first Jewish settlers.
We find it of supreme
importance to emphasize that we are fearful of the consequences of the Zionist
rebellion against the Creator, as stated expressly in Jeremich, "For it is
bad and bitter your renunciation of G-d..." We wish not to be affected by
the behavior of this government who in the name of Israel, persist in their
renunciation and utter disregard of religious Judaism such as is clearly
attested by their laws expressly permitting wanton autopsies (Law of Anatomy
and Pathology, 1953), forcible desecration of the Sabbath (Law of Emergency
Labor Draft 1967: PPS 1, 19; 27, 36), profanation of Holy Sites by retaining
non-religious custodians, desecration of Holy Cemetaries by Safed, Beth Shearim
and elsewhere, and countless more examples, proof of which is readily
available.
Insofar as all human being
find necessary the protection of their rights as human beings, we hereby
request all those that find it within their power, to aid us in reacquiring the
rights we possessed prior to the formation of the Zionist State*, to remain
lawfully independent of the Zionist
authority.
ANTIQUATED THEOLOGY
The first event in the life of
Jesus, the gospel story of his birth, is now considered unauthentic by many
scholars and some theologians. The birth of a virgin, the visitation of an
angel, the star in the East are phenomena contrary to natural laws and rest on
insufficient authority for acceptance as credible. The probabilities are
against exceptions in the laws of the universe.
The Virgin Birth
by William Floyd
The original evidence for the
virgin birth is found only in the gospels of Matthew and Luke, two unknown
historians, and both these evangelists implicitly deny their own tale when they
trace the descent of Jesus from David through Joseph.[1] The slaughter of the
children by Herod, in fear of Jesus as a rival, probably never took place.
Mark, Luke and John do not mention it; Josephus, who dwelt on the crimes of
Herod, knew nothing of this massacre. According to Luke, Mary and Joseph took
Jesus to Jerusalem openly soon after the supposed decree.[2]
[19]
There is dispute as to whether
Jesus was born in Bethlehem or Nazareth, and the date of his birth has been placed
anywhere from 4 b.c. to 7 a.d. Matthew says that Jesus was born "in the
days of Herod", while Luke says it was "When Cyrenius was governor of
Syria." Herod died in 4 b.c., while Cyrenius did not becomegovernor of
Syria until 7 a.d.
The romantic story of the
Christ-child is not corroborated by the historians of the time and is in
opposition to the theory of evolution by natural processes. And yet it is still
one of the main sources of Jesus' fame, being repeated at Christmas-tide in the
churches, thus connecting Jesus with God in a superhuman manner.
The consensus of scholarship
is in practical agreement that the theory of the virgin birth as a link between
Jesus and God is a mistake; but whose mistake was it? Jesus never referred to
his miraculous birth. If he was merely a man and never heard of the rumor about
his conception, he was not to blame for the spread of this misleading story
throughout Christendom.
While Jesus did not refer to
his divine paternity in a physical sense, he did endeavor to convince his
hearers that he was more directly connected with God than[20] other men.
"I and my Father are one."[3] "No man knoweth the Son but the
Father; neither knoweth any man the Father, save the Son, and he to whomsoever
the Son will reveal him."[4]
Jesus thus proclaimed himself
identical with the Lord God of the Old Testament who called himself Jehovah.
This is entirely in keeping
with the whole Christian theory, for the raison d'être of Jesus derived from
the act of God soon after the creation. Adam and Eve ate of the fruit of the
tree of the knowledge of good and evil which God had commanded them not to
touch, and for this disobedience, this fall of man from grace, God cursed
mankind. Jesus came to earth to save man from the wrath of Almighty God.
But this claim of Jesus to
oneness with God renders him liable to censure for the acts of Jehovah which
represented a standard of ethics inferior to that preached by the Son of God.
According to the scriptures, which anyone may freely search, God advised or countenanced
deception[5]; stealing[6], selfishness[7], conquest by force[8], indiscriminate
slaughter[9], murder[10], cannibalism[11], killing of witches[12], slavery[13],
capital punishment[21] for rebellious sons or for seeking false gods[14],
sacrifices of animals[15] and other acts representing the concepts of primitive
men.[16]
While Jesus could read[17] and
was familiar with the scriptures, it is possible that he was not acquainted
with the system of dictatorship formerly employed by his Father. Occasionally
Jesus denounced the ethics of "them of old time", but he always
referred to his Father as perfect.
The dilemma is that Jesus must
be condemned either for claiming identity with Jehovah (to whom he was really
superior), or for accepting with only slight improvements the tyranny of God as
described in the Bible, the Word of God. Of course if the Bible is not the Word
of God, the whole system of Christian theology falls to the ground.
These acknowledgments by Jesus
that he was the Messiah are important, for if he claimed divinity when he was
merely mortal, either under false pretences or being self-deceived, he made a
mistake of the most serious character. His claim was not recognized by his own
people, and many of his followers today deny that he was the Jewish Messiah.
Jesus said that he came from God to save the Jews. Either he was truly the
predicted Messiah or he made an inexcusable error. In this as in other
instances to be cited, Fundamentalists will not admit any mistake, for they
believe in the supernatural events connected with the Son of God. But
Modernists, who reject the anointed Christ while clinging to the human Jesus,
may be at a loss to reconcile Jesus' claim to Messiahship with their rejection
of his divinity.
Jesus stressed his mission to
save the world, saying "For God so loved the world, that he gave his only
begotten[23] Son, that whosoever believeth in him should not perish, but have
everlasting life."[22]
Whether Jesus was mistaken or
not in his estimate of his close relationship with God is for each person to
decide; but his theory of the disasters that would follow unbelief in his
divinity leads to serious difficulties if accepted literally. For not only was
Jesus in error when he insisted that salvation depended upon belief, he was also
reconciled to eternal suffering for unbelievers. Note some of his expressions:
"If ye believe not that I am he, ye shall die in your sins."[23]
"Depart from me, ye cursed, into everlasting fire, prepared for the devil
and his angels ... And these shall go away into everlasting punishment: but the
righteousinto life eternal."[24]
"Whosoever shall
blaspheme against the Holy Ghost hath never forgiveness, but is in danger of
eternal damnation."[25] "Except ye repent ye shall perish."[26]
"If thy hand offend thee, cut it off: it is better for thee to enter into
life maimed, than having two hands[24] to go into hell, into the fire that
never shall be quenched."[27] "How can ye escape the damnation of
hell?"[28] "He that believeth and is baptized shall be saved, but he
that believeth not shall be damned."[29]
It is evident from these
quotations that Jesus not only preached belief in his divinity as essential to
salvation, but endeavored to terrify people into belief by threats of eternal
torment. Jesus was responsible for the theological conception of a fiery hell.
If he was mistaken, if there never was a place of torment for the wicked after
death, is it not an act of constructive criticism to expose the person most
responsible for the false doctrine that has caused so much fear and mental
suffering? Must we not deplore this mistake of Jesus and recast our entire
opinion of him as a religious teacher?
Are we not justified in
stating positively that Jesus made a mistake when he taught a physical hell and
condemned people to spend eternity in torment for the doubtful sin of
disbelief?
The Atonement
The doctrine of the Atonement
was taught by Jesus. "For this is my blood of the new testament, which is
shed for many for the remission of sins."[30] [25]
Whether this sacrifice of the
innocent Jesus to save sinful man was ordered by God or was voluntary on the
part of Jesus, it represents a theory of reprieve from punishment long since
abandoned as unethical. If sin must be punished, there is no justice in
relieving the sinner and placing the burden upon the righteous.
Moreover, the Atonement
appears to have been ineffective, for in spite of the sacrifice that Jesus
made, few were to be saved under his scheme of salvation. "Many are called
but few are chosen."[31] "Strait is the gate, and narrow is the way,
which leadeth unto life, and few there be that find it."[32] "Strive
to enter in at the strait gate: for many, I say unto you, will seek to enter
in, and shall not be able."[33]
If the theory of Atonement for
sin by the sacrifice of the innocent was not ethical and if Jesus taught that
doctrine, he was in error, was he not?
The sacrifice of Jesus was not
so great as often made by men. Jesus was sustained with the thought that he was
saving the world; his physical suffering was not long continued; on the night
of his crucifixion he was in paradise.[34] He endured a few hours of pain
compared to weeks of suffering by wounded soldiers, or years spent in prison by
the proponents of an ideal. [26]
Jesus not only claimed the power
to remit sins but also said to his disciples: "Whosoever sins ye remit,
they are remitted unto them; and whosoever sins ye retain, they are
retained."[35]
Is that true? Surely it is
proper to ask that blunt question. Here is a definite statement concerning the
power of certain men to remit sins. If those men did not have the power deputed
to them, must we not doubt the accuracy of Jesus?
Jesus made a distinction
between himself and the Comforter: "It is expedient for you that I go
away: for if I go not away, the Comforter will not come unto you; but if I
depart I will send him unto you ... And I will pray the Father, and he shall
give you another Comforter, that he may abide with you forever."[36]
It must surprise some
Christians that the Comforter could not be present at the same time with Jesus.
Angels and Devils
Jesus believed in angels and
devils, often referring to these imaginary supernatural beings as if they
existed.
"Thinkest thou that I
cannot now pray to my Father and he shall presently give me more than twelve
legions[27] of
angels?"[37] "So shall it be at the end of the world: the angels
shall come forth."[38]
The devils were among the
first to recognize Christ's divinity: "What have we to do with thee,
Jesus, thou Son of God?"[39] "Let us alone, thou Jesus of Nazareth;
art thou come to destroy us? I know thee, who thou art, the Holy One of
God."[40] "And unclean spirits when they saw him, fell down before
him, and cried, saying, Thou art the Son of God."[41]
Jesus believed in demoniacal
possession, casting out devils on several occasions.
FOOTNOTES:
[1] Matt. i; Luke iii.
[2] Luke ii, 22.
[3] John x, 30.
[4] Matt. xi, 27.
[5] Ezek. xiv, 9; Num. xiv, 30-34.
[6] Ex. iii, 21-22.
[7] Deut. xiv, 21.
[8] Num. xxxi et al.
[9] Ex. xxxii, 27.
[10] Deut. vii, 16 et al.
[11] Jer. xix, 9 et al.
[12] Ex. xxii, 18.
[13] Lev. xxv, 44-46.
[14] Deut. xxi, 18-21; xiii,
6-9.
[15] Lev. i, 14-15.
[16] See the Old Testament.
[17] Luke iv, 16.
[18] Matt. xxvi, 63-64.
[19] Mark xv, 61-62.
[20] Luke xxii, 70.
[21] John iv, 25-26.
[22] John iii, 16.
[23] John viii, 24.
[24] Matt. xxv, 31-46.
[25] Mark iii, 29.
[26] Luke xiii, 3.
[27] Mark ix, 43.
[28] Matt. xxiii, 33.
[29] Mark xvi, 16.
[30] Matt. xxvi, 28.
[31] Matt. xxii, 14.
[32] Matt. vii, 14.
[33] Luke xiii, 24.
[34] Luke xxiii, 43.
[35] John xx, 23.
[36] John xiv, 16.
[37] Matt. xxvi, 53.
[38] Matt. xiii, 49.
[39] Matt. viii, 29.
[40] Luke iv, 34.
[41] Mark iii, 11.
[42] Mark xiii, 26.
[43] Mark xiv, 62.
[44] John i, 51.
[45] Matt. xvii, 9.
Si el Eterno nos ordena que le
adoremos, ¿cómo es y debe ser ese amor
que se nos solicita? Cuando uno llega a
comprender profundamente la grandeza del amor de Él por nosotros, la respuesta
lógica no es otra que le demos, en retorno, amor con temor reverente. No miedo,
porque Él no desea esa clase de amor. En
otras palabras, conocerle verdaderamente como el Eterno Creador es temerle y
amarle, como bien el Rey David lo describe en el Salmos 145:3,8/10 :”Grande es
el Eterno, y muy digno de alabanza, insondable es Su grandeza”…”Clemente y
compasivo el Creado , tardo en la cólera
y grande en amor”…”Bueno es el Eterno para con todos, y Sus ternuras se
manifiestan sobre Sus obras”…”Te darán gracias, Oh Creador, por todas tus
obras, y tus amigos Te bendecirán”, respectivamente.
El anterior versículo 8 es la precisa descripción
del CARÁCTER del ETERNO como fue revelado a Moisés, y se repite aquí. Total compasión, tardo para la cólera, y una gran misericordia! El Creador es bueno para con todos los seres
humanos. Sus ternuras derramadas sobre
Sus obras son maravillosas. Nuestro amor
por el Creador debe surgir de una profunda realización de Su bondad expresada hacia nosotros permanentemente, y sobre
toda Su creación. Ésta manifestación de Su carácter la ha sabido manifestar muy
claramente, y nos la ha revelado. Esto anterior es absolutamente lo que Él es
en realidad y representa! En la medida que aprendamos a experimentar
ese sentimiento, seremos llevados a Él, en SU amor! Notemos cómo Moisés pone todos éstos
conceptos, ya citados, juntos, en el momento en el que se despide de Israel
cuando el Eterno le ha anunciado que no entrará a la Tierra Prometida, “Y
ahora, Israel, ¿qué te pide el Eterno Creador sino que temas a tu Creador, que
sigas todos Sus caminos, que le ames, que sirvas al Creador con todo tu corazón
, y con toda tu alma, que guardes los mandamientos del Eterno, y Sus preceptos,
los que yo, Moisés, te prescribo hoy para que SEAS FELIZ?”(Deuteronomio 10:12
al 13).
Esta actitud descrita es un
despliegue muy definitivo de la respuesta a la que se llega al conocer
realmente al Eterno YHWH. Primero que
todo, NO debemos olvidar que es
absolutamente vital el TERMOR REVERENTE, no miedo, hacia el Eterno! Sin este ingrediente del “temor reverente”
hacia el Creador no es posible que tengamos una relación con nuestro Creador y,
ciertamente, ningún amor hacia Él. Por
eso es que Moisés llegó a decir: “porque el Eterno, vuestro Creador, es el
Elohim de los dioses, y el Creador de
los señores, el Creador grande, poderoso y temible que no hace acepción de
personas, y no admite soborno.”(Deuteronomio 10:17).b ¡Seamos imitadores de
Moisés¡
El temor para con nuestro
Eterno Creador es el principio de la Sabiduría! Es el fundamento absoluto de todo lo demás. Si no hay temor
reverente, no puede haber amor! “Principio del saber es el temor hacia el
Eterno Creador!; muy cuerdos son todos los que lo practican. SU alabanza permaneces para siempre!” (Salmos
110: 10).
Temer al Eterno es tener una
profunda y tremenda reverencia por lo que Él es. Ese temor o. más bien REVERENCIA es la que
debemos manifestar por Su majestuosa grandeza, como bien lo dijo el Rey David,
una GRANDEZA INESCRUTABLE, que no se puede encontrar en otra divinidad! Él es,
sin lugar a dudas, el ETERNO, el CREADOR.
Las Escrituras declaran de Él:”Por la palabra del Eterno Creador fueron
hechos los cielos...” (Salmos 33:6). Él
es aquél UNO que da órdenes, y trae a la existencia todo lo que se en vuestro
planeta tierra! Sin Su increíble
sabiduría creativa y poder, que sólo le
pertenecen a Él y solo a Él, nuestro planeta seria un vasto y vacio yermo, muy
parecido a lo que hoy día sabemos que es Martes y Venus. Así mismo, el temor hacia nuestro Creador
descansa sobre Su grandeza, Sus poderosos hechos en nuestra historia,
particularmente el éxodo de Su pueblo, de Egipto hacia el Sinaí! Este temor hacia el Eterno necesariamente
resulta en la respuesta concreta de que
se está “caminando en todos Sus Caminos”.
Moisés le dijo a los
Israelitas, en esa ocasión, que el despliegue de Poder y Gloria en la entrega
de los DIEZ MANDAMIENTOS, allí en el Sinaí, debería permanecer ante ellos, y
ante nosotros hoy día, para que no pecáramos, y más bien continuaran y
continuemos en la búsqueda de Sus Caminos, algo que es muy específico y
concreto.
Uno bien puede llegar a
conocer y, en conformidad, amar al Eterno Creador de una forma análoga como
cuando uno llega a conocer y amar a su semejante. No existe separación alguna entre los
elementos de “temer, amar y obedecer” al Creador. Este es el fundamento de una
relación íntima de amistad con el Creador mismo. Notemos cómo la SHEMA comienza diciendo que
amemos al Creador con todo nuestro corazón , alma, y fuerza; pero
inmediatamente agrega, “queden grabadas en tu corazón estas palabras que YO te
mando HOY” Y ese “hoy” aún tiene actualidad y validez, a pesar de lo que las
iglesias y religiones de este mundo aduzcan en su contra!
Un profundo temor hacia el
Eterno, conectado con un deseo ferviente y sincero de seguir SUS CAMINOS,
resulta en un total AMOR HACIA EL ETERNO!
Es algo que solamente se puede experimentar, y que esta vitalmente
conectado con un correcto entendimiento de ese CAMINO, Su camino!
El camino del Creador está
íntimamente relacionado, y absolutamente fundado, en el CARÁCTER revelado del
Eterno! El Creador mismo nos dice que Él es el Eterno, un Creador
MISERICORDIOSO y BENÉVOLO, tardo para la CÓLERA, abundante en AAMOR y
FIDELIDAD, pero que no deja IMPUNE ni IGNORA
el pecado cometido! Este mismo
carácter específico lo describe y lo refleja el Creador a todo lo largo de Sus
Sagradas Escrituras con tres palabras Hebreas. Esas tres palabras Hebreas,
incuestionablemente, son tres CONCEPTOS CLAVES de la fe o convicción
Escritural. A pesar de ello permanecen,
irónica y virtualmente desconocidas para la mayoría de los que leen las Sagradas Escrituras.
Para introducirlas vayamos un
poco atrás a unas profundas palabras de
jeremías, “Así dice el Eterno: No se alabe el sabio por su sabiduría, ni se
alabe el valiente por su valentía, ni se alabe el rico por su riqueza; más en esto se alabe quien se alabare: en
tener SESO Y CONOCERME, porque Yo soy YHWH, que
hago MERCED, DERECHO, Y JUSTICIA sobre la tierra, porque EN ESO ME
COMPLAZCO -oráculo del Eterno Creador.”(Jeremías
9:22-23).
Las tres (3) palabras MERCED, DERECHO, y JUSTICIA provienen de las
Hebreas HESED, TZEDAKAH y MISHPAT. Bien podemos, nuevamente, afirmar que estas
tres palabra las podemos comparar con FE o CONVICCIÓN! Lo demás son puras
palabras al viento! Para finalizar éste
tema comparemos las tres palabras del Creador con las tres que persiguen los
hombres, SABIDURÍA, PODER Y RIQUEZA, y veremos la gran diferencia en propósito
y meta que existe entre ellas! Esperamos que escoja las primeras!!
En lo que más se complace
nuestro Eterno Creador es en tres palabras, y lo que ellas deben implicar para
todos y cada uno de nosotros. Son ellas, como antes vimos, HESED, TZEDAKA, y
MISHPAT. HESED, a menudo, se traduce
como “misericordia, amor o bondad”, es una palabra que describe “ternura”. Viene a ser el corazón del mismo Creador, y
nos conecta también al concepto de “gracia y perdón”. La combinación en la
traducción que se hace de la misma, “amor bondadoso”, aunque algo torpe,
consideramos que es una traducción correcta.
A través del Profeta Oseas, el Eterno nos dice, “Me DELEITO en la HESED
más que en el SACRIFICIO.” (Oseas 6:6).
En respuesta a lo que Moisés
nos pregunta “¿qué es lo que el Creador solicita de todos nosotros?”, el Profeta
Miqueas nos dice, “Se te ha declarado, Oh hombre, lo que es bueno, lo que el
Creador de ti reclama: TAN solo practicar la EQUIDAD (justicia), amar la
PIEDAD, y caminar HUMILDEMENTE con tu Creador.”(Miqueas 6:8). Aquellos que llegan a conocer al Creador, y
SU CAMINO, deben aprender a deleitarse en la HESED.
MISHPAT, por lo general, se
traduce como “justicia”. Ello implica
ser “correcto”, “ecuánime” e “imparcial” en cualquier circunstancia o situación.
Aquí, Miqueas también nos hace una anotación muy importante, “el ETERNO
requiere de nosotros que hagamos JUSTICIA”, que seamos ecuánimes.(Miqueas 6:8).
Los Profetas, constantemente, hablan de la “mishpat”. Y en un bien conocido pasaje, Amos clama, “Que
fluya, sí, el JUICIO como agua, y la JUSTSICIA como torrente inagotable.”(Amos
5:24).
TZEDAKAH también se liga
directamente con la”mishpat.” Están
estrechamente relacionadas, y algunas veces la una reemplaza a la otra. Por lo general, se traduce “derecho”, refiriéndose
a una buena y correcta forma de conducirse.
En otros casos, éstas cualidades son los estándares de la moral misma
del Creador para con la humanidad. Ellas
tres, juntas, conforman una tríada bien balanceada y completa. Se combinan, una con otra, para jugar el
papel de la otra. El amor bondadoso, en
ocasiones, puede mitigar la JUSTICIA. Y
aún más, lo que es verdaderamente JUSTO y CORRECTO define, a menudo y en primer
lugar, el Camino del Amor Bondadoso o Amor Generoso de nuestro Creador!.
Las acotaciones que siguen
ilustran bien éste punto, “El Eterno ama la JUSTICIA y el DERECHO; del AMOR del
Eterno está llena toda la tierra.” (Salmos 33:5)…”JUSTICIA y DERECHO, la base de
Tu trono, AMOR y LEALTAD ante Tu rostro marchan” (Salmos 89: 15). Cuando el Eterno, finalmente, pose Sus pies
sobre el MONTE DE LOS OLIVOS, y el REY DAVID sea vuelto a la vida espiritual
eterna como el Mesías prometido, Su “plan básico” será el establecer SU Reino o
Gobierno en el Monte de los Olivos, que está ubicado al frente de Jerusalém, a
su costado oriental; “y el Monte de los Olivos se hendirá por el medio, de
oriente a occidente, formándose un enorme valle: y la mitad del monte se
retirará hacia el Norte, y la otra mitad hacia el Sur.” (Zacarías 14:4).
Y,”…se afrentará la Luna
Llena, se avergonzará el mismo Sol cuando reine el ETERNO de los ejércitos celestiales en el Monte de
Sión, y en Jerusalém, y esté Su Gloria en presencia de Sus ancianos”(Isaías
24:23).
Así, en “esos días”, el Trono
será establecido con amor generoso, “Grande es Su SEÑORÍO y la PAZ no tendrá
fin sobre el Trono de David, y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo
por la Equidad y la Justicia, desde
ahora y hasta siempre; el Celo del Creador hará eso.” (Isaías 9:6) Y, “será
establecido sobre la PIEDAD el trono, y se sentará en él con LEALTAD v -en la
tienda (casa) de David habrá un juez que
busque el DERECHO, y esté presto a dar JUSTICIA.”(Isaías 16:5).
El más famoso de todos los
libros sobre brujería, Malleus Maleficarum (El Martillo de los Brujos) fue
escrito en 1486 por dos monjes dominicos. En el acto, y a lo largo de los tres
siglos siguientes, se convirtió en el manual indispensable y la autoridad final
para la Inquisición, para todos 'los jueces, magistrados y sacerdotes,
católicos y protestantes, 'en la lucha contra la brujería en Europa.
Abarcaba los poderes y
prácticas de los brujos, sus relaciones con el demonio, su descubrimiento. La Inquisición, la hoguera, la tortura,
mental y física, de la cruzada contra 'la brujería: todo esto es conocido. Y
detrás de cada uno de los actos sanguinarios se encontraba este libro, a la vez
justificación y manual de instrucción.
Para cualquier comprensión de
la historia y naturaleza de la brujería y el satanismo, la obra Malleus
Maleficarum es la fuente importante. La primera fuente.
Sus autores fueron, Heinrich
Kramer, que nació en Schlettstadt, ciudad de la baja Alsacia, al sudeste de
Estraburgo. A edad temprana ingresó en la Orden de Santo Domingo y luego fue
nombrado Prior de la Casa Dominica de su ciudad natal. Fue predicador general y
maestro de teología sagrada. Antes de 1474 se le designó Inquisidor para el
Tirol, Salzburgo, Bohemia y Moravia.
]acobus Sprenger, otro de los
autores, nació en Basilea. Ingresó como novicio en la Casa Dominica de esa
ciudad en 1452. 'Se graduó de maestro de teología y fue elegido Prior 'y
Regente de Estudios del convento de Colonia. En 1480 se le eligió decano de la
facultad de Teología de la Universidad. En 1488, Provincial de toda la
Provincia Alemana.
Ambos fueron nombrados
Inquisidores con poderes especiales, por bula papal de Inocencio VIII, para que
investigasen los delitos de brujería de las provincias del norte de Alemania. Malleus
Maleficarum es el resultado final y autorizado de esas investigaciones y
estudios. Este libro sirvió de guía a los diabólicos miembros de la Inquisición
en toda Europa y, después en América, encabezados por la Iglesia de Roma! La
Orden religiosa más famosa para aplicar los “castigos” a brujos y no brujos fue
la Orden de los Dominicos, y el Papa que ordenó todo ello fue el Papa Inocencio
VIII, tras la proclamación de una Bula.
Energético, inflexible y
fanático son los adjetivos con los cuales se puede definir al Papa Pablo IV ( 1555-1559). Habiendo sido GRAN INQUISIDOR y maestro de la
tortura por una generación, éste Papa fue el terror de los incrédulos. Su logro más grande fue hacer de la
INQUISICIÓN un arma fuerte en Italia, los Países Bajos y el Oriente. Creía
tanto en la TORTURA que gustosamente pagana de su propio cofre nuevos
instrumentos.
Reformo a la Iglesia haciendo
uso de todos los métodos a su disposición sin importar quien cayera. Famoso también por la corrupción, ya que él
colocó a su sobrino Carlo Caraffa como cabeza política de la Santa Sede.
Fue enemigo de las mujeres, de
los Judíos y de los Protestantes. En
Julio de 1555, dos meses después de su elección, éste Papa hizo pública una
Bula o Edicto poco conocido, en contra de los Judíos debido a que él sospechaba
que éstos estaban asistiendo a los protestantes. La Bula Papal se llamó la CUM NIMIS ABSURDUM.
Ésta hacía recordar a los cristianos que
desde los días cuando los Judíos habían matado a Cristo, sólo estaban en
condiciones de ser esclavos. Se les
ordenó quedar confinados a un área restringida, el GUETHO, y que usaran un
peculiar sombrero amarillo. También
fueron obligados a vender sus propiedades a precios regalados como el de vender
una casa a cambio de un burro o un viñedo, o por una prenda.
Los Judíos solo podían
dedicarse al comercio de poca importancia y a la STRAZZARIA (venta de ropa de
segunda mano), tampoco podían emplear a cristianos, ni asistirlos
medicamente. La mayoría de sus SINAGOGAS
fueron destruidas como también sus libros sagrados. Los cristianos no podían dirigirse a ellos
llamándolos “sir” (Señor), ni siquiera los mendigos. Llevaban puesto, en público, un sombrero
amarillo como identificación, y tenían que regresar a sus “guetos” al caer la
noche. El gueto Romano estaba poblado
con más de 4000 Judíos, en un perímetro de sólo 500 yardas. El Papa Pablo IV esperaba que las medidas
represivas condujeran a una conversión masiva, pero la mayoría de ellos
permanecieron inquebrantables en su fe.
Se dice que el Papa odiaba a
las mujeres tanto como a los Judíos, prohibiéndolas que se acercaran a él en
cualquier momento.
Su odio hacia los Protestantes
era tan violento que se perpetuó el alojamiento entre el vaticano e
Inglaterra. Se negaba a comunicarse con
la Reina Elizabeth I por su condición de mujer y Protestante.
Con la invención de la
imprenta alrededor del año 1450, los libros comenzaron a rodar por las prensas.
La INQUISICIÓN busco censurar el
contendio y la cantidad de libros, y en 1559, Pablo IV ordenó un ÍNDICE oficial
de Libros Prohibidos, destinando a éste una larga lista de ellos.
Entre tales libros se
encontraba el clásico de la literatura de Boccaccio, “EL DECAMERON”, y el
GARGANTUA, y el PANTAGRUEL de Rabelais.
También se incluía un tratado,
el Concillium, al que él mismo había contribuido como Cardenal. El tratado había criticado abiertamente la
supremacía papal, la simonía, es decir el soborno para obtener favores
espirituales, y otros abusos. Unas de
esas copias cayó en manos de los Protestantes, y encontraron que ese trabajo
confirmaba todo lo que ellos habían estado protestando- Los editores eran constantemente amenazados
parta mantenerlos en raya y varios
autores, o bien cesaban de escribir o tenían que contentarse con publicar “versiones aceptables”.
Poco antes de su muerte este
papa expresó su deseo de incluir profesiones a su índice. Entre ellos se encontraban los bufones,
actores, y escultores que realizaban crucifijos feos.
Cuando Pablo IV murió, en
Agosto de 1559, el pueblo quemó el
Palacio de la Inquisición, y destruyó sus estatuas… Triste ejemplar de la
Iglesia de Roma…la Gran Prostituta del mundo!
Algo que las mayoría olvida
con respecto a los DIEZ MANDAMIENTOS, la TORAH, o más correctamente, el
TESTIMONIO, es el hecho de que fueron escritos en dos tablas de piedra por
ambos lados por el dedo de nuestro
Creador, es decir, por cada una de los dos lados de tales tablillas. Son pues cuatro los lados, de aquéllas dos
tablillas de piedra que fueron grabadas por la misma mano de nuestro Creador!
(Éxodo 32:15) Esto es casi un fenómeno
. El Creador mismo escribió sobre las
dos tablillas SU TESTIMONIO , y se las dio a Moisés para que fuesen PRESERVADAS
, en el mismo corazón de SU SANTUARIO, y dentro del ARCA DEL PACTO.
Entendemos que el
TABERNÁCULO es el modelo terrenal del
SANTUARIO BCELESTSIAL (Éxodo 25:9)! Los
DIEZ MANDAMIENTOS son, literalmente, DIEZ PALABRAS que expresó nuestro
Creador en el SHAVOT ( la Fiesta de las
Semanas) a todo Israel en Monte Sinaí
(Éxodo 34:28). En este momento histórico
sin precedente el mismo Creador dio maravillosos testimonios de Su Camino de Justicia y Rectitud. Él,
literalmente, expresó con voz que se podía oír, los DIEZ MANDAMIENTOS, con un
despliegue de poder y gloria!
Éstos Mandamientos son, y
constituyen, el corazón de la
TORAH. Nuestro Creador manifestó éstas
palabras, “…y nada más añadió” (Deuteronomio 5:22). Es decir, están completas! Todos los otros mandamientos, estatutos,
ordenanzas y la Torah fueron dadas a Israel para que las observara aquí en la
tierra; son esencialmente aplicaciones de éste CAMINO de Justicia, y de Rectitud.
(Deuteronomio 12:1).
Éste TESTIMONIO ofrece una
bella y simple forma dele perfil del CAMINO DEL ETERNO para toda la
humanidad. Cada uno de esos mandatos,
inclusive el séptimo día o Shabbath, fueron conocidos y practicados por
aquéllos quienes conocieron al Creador, desde Adán hasta Moisés. Bien podemos leer que ENOC caminó con el
Creador; y que NOÉ fue un hombre justo quien también caminó con el Creador.
(Génesis 5:22 y Génesis 6:9). Más tarde
Él le recuerda a Isaac que Abraham fue “escogido en pago de que Abraham Me
obedeció, y guardó Mis estatutos, Mis mandamientos, Mis preceptos, y Mis
Instrucciones”(Génesis 26:5).
Si bien los hombres y mujeres
del resto de naciones no conocieron la Torah en la forma precisa y completa
como la nación de Israel la conocían, ciertamente que conocieron ese
CAMINO básico de justicia y rectitud
porque lo vieron en Abraham y las Trece Tribus que conformaban a Israel: “Pues
Me he fijado en él, para que él (Abraham) mande a sus hijos y a su casa después
de él, que guarden el Camino del Eterno, practicando la justicia y el derecho,
a fin de que el Eterno YHWH haga venir sobre Abraham -y sus descendientes- lo que le tiene prometido”. (Génesis 18:19). No existe nada particularmente Judío, en el aspecto
religioso, en éste TESTIMONIO de nuestro ETERNO CREADOR! Si bien en verdad éste “testimonio” vino a
ser el centro y fundamento específico del PACTO efectuado entre el Creador y Su
pueblo Israel, que se han conocido como
los “Diez Palabras o Mandamientos” ellas son mucho más que mandamientos que uno
pueda cambiar o desechar. Cada uno de
ellos representa un tópico muy importante, una categoría completa de entendimiento y conocimiento, por ejemplo,
sobre la “sexualidad humana”, “derechos de propiedad”, “habla humana”, etc. Todo ello se expone y se
amplifica a lo largo de las Escrituras Hebreas.
Aquéllos quienes afirman que
éste asombroso y mal comprendido TESTIMONIO DEL CREADOR, las Diez palabras manifestadas por Él han sido abrogadas,
alteradas o reemplazadas por otras, están bajo el más serio género de
engaño. Veamos, y entendamos, que es lo
que se requiere en la Fe o Convicción Hebrea a éste mundo en general, “…venid,
subamos al Monte o Casa de del Creador de Jacob, para que Él nos enseñe Sus
Caminos y nosotros sigamos Sus senderos.
Pues de Sión saldrá el TESTIMONIO o TORAH, y de Jerusalém las Palabras
del Eterno Creador…para todas las naciones:”(Isaías 2:3, Versión Católica de La
Biblia de Jerusalén). Es de origen Satánico el aseverar que el TESTIMONIO o
TORAH de nuestro Creador y Soberano han sido “clavados en una cruz” que sólo rememora
la fantasiosa y lúdica historia de la Iglesia de Roma!