sábado, 15 de mayo de 2010

MISTERIOSA MUERTE DEL PAPA LUCIANI


Por Jesús LOPEZ
• Siete años después, crece la importancia del Papa Luciani
• Estado actual de las investigaciones sobre una muertes oscura


• John Magee, secretario del Papa y primer testigo de su muerte. L pasado 29 de septiembre se cumplieron siete años del momento en que el padre Magee se encontró al Papa Juan Pablo I muerto, con la luz encendida y como si aún leyera. A partir de aquel momento se han presentado diversas hipótesis sobre su prematura desaparición. En la actualidad, después de estos años, puede decirse que hay una cierta coincidencia de datos, aunque no exista investigación alguna oficial. El presente pliego no pretende ser una aportación definitiva, ni situarse a nivel de los best sellers sensacionalistas, sino ofrecer una postura muy respetable de un hombre de Iglesia, el sacerdote Jesús López Sáez, que trabaja en el Departamento de Catequesis de Adultos de la Conferencia Episcopal. Jesús López cuida especialmente, sobre todo en la segunda parte de este pliego, de situar el problema en la historia de la Iglesia y de revalorizar la figura del breve y misterioso Papa Luciani. Mientras, la incógnita Juan Pablo I sigue abierta a nuevas aportaciones, que ojalá algún día estén refrendadas por una seria investigación jurídica...
El testimonio de Albino Luciani, Papa Juan Pablo I, es una esplendorosa luz de nuestro tiempo que ha de colocarse, no bajo el celemín, sino sobre el candelero, aunque con ello aparezcan también desconchados y grietas de la casa. La muerte de Juan Pablo I y su significado es algo que no debe olvidarse. A la hora de hacer examen del momento presente de la Iglesia. Todo lo que en su día se quiso enterrar con su cuerpo, está apareciendo de diversas formas ante la conciencia de la Iglesia y del mundo. Los padres sinodales deberían, valientemente, tenerlo en cuenta, porque está en juego la relación de la Iglesia consigo misma, con el mundo, y por supuesto, con Dios. Hoy día, si se quiere conocer la verdad, hay datos suficientes, que ningún juzgado del mundo despreciaría, que además son de dominio público y que revelan a Juan Pablo I como mártir de la purificación y renovación de la Iglesia.
Ciertamente, entre el estupor y la sorpresa de su muerte, corrió el rumor de que Juan Pablo I no había
muerto de forma natural. El rumor se avivó ante la negativa vaticana a hacer la autopsia. Pero faltaban datos concretos y, sin ellos, no se podía aceptar una afirmación tan grave. Para muchos cristianos y,
especialmente, muchos eclesiásticos, todavía sigue siendo un bulo, del que ni siquiera quieren oír hablar. Sencillamente les parece increíble. Siguen dando por bueno aquel comunicado oficial, con el cual se despacho el asunto:
"Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media de la mañana, el secretario particular del Papa, padre Magee, ha entrado en la habitación del Papa Juan Pablo I. No habiéndole encontrado en la capilla, como de costumbre, le buscó en su habitación y le encontró muerto en la cama con la luz encendida, como sí aún leyera. El médico que acudió inmediatamente constató su muerte, acaecida probablemente a las veintitrés horas del día anterior, repentinamente, a causa de un infarto agudo de miocardio" (1).
Y sin embargo, hoy pocas cosas quedan en pie de las afirmadas en dicho comunicado. Ludwíg Hertling, en su Historia de la Iglesia, actualizada en 1981, da ya la fecha exacta de la muerte, sin estar muy seguro de su causa:
• La primera sonrisa que cautivó al mundo. ¿Qué había detrás?
"Albino Luciani falleció el 29 de septiembre, al parecer de un ataque cardiaco". Y dice también: "La súbita muerte de Albino Luciani cogió desprevenida a la Iglesia, el nuevo cónclave, reunido apresuradamente, eligió Papa al polaco Karol Woytila, apenas conocido fuera de las esferas de la curia y de su propia patria. Era el 16 de octubre de 1978"(2) .
Sólo unos días después del entierro y ante la perspectiva del nuevo cónclave, se llego a afirmar "Quedan atrás los rumores, las pretendidas investigaciones y la exigida autopsia" (3). Unos años después, hay que decir que esto se afirmó demasiado pronto.

DEL RUMOR A LA INVESTIGACION


• ¿Qué sabía el cardenal Villot? Realmente, ha sido David A. Yallop, quien, tras casi tres años de seria y comprometida investigación, realizada a partir de quienes en conciencia no podían callar, aporta una versión alternativa al comunicado oficial en su famoso libro titulado En nombre de Dios (1984). Según Yallop, el cadáver es descubierto a las cinco menos cuarto por la hermana Vincenza, que avisa a los secretarios (padres Magee y Lorenzi) y a las otras hermanas. El padre Magee telefonea a Villot, que residía dos plantas más abajo y que, alrededor de las cinco, ya estaba en el dormitorio del Papa y confirmaba por sí mismo su muerte. He aquí unos detalles importantes:


• El arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, entonces presidente del Instituto para Obras de Religión, acusado de implicaciones en el crack del Banco Ambrosiano.





OTROS TESTIMONIO
Junto a los ya citados, son particularmente importantes los testimonios de personas cercanas al Papa Luciani:
• Aparte de no presentar ningún síndrome cardiopático, la baja presión sanguínea de Luciani, al menos en teoría, le debía mantener a resguardo de cualquier posible ataque cardiovascular. Sólo tuve que atenderle una vez, de una gripe. (Dr. Carlo Frizziero, médico veneciano).
• El doctor Da Ros nos comunicó que había encontrado al Papa tan bien de salud que desde entonces vendría cada tres semanas. El Papa parecía gozar de una notable salud. La última noche se encontraba en plena forma. A lo largo de su papado no tuvo ningún problema con sus piernas. No se le inflamaron ni una vez. Todos los días hacia ejercicio, en los jardines del Vaticano o en la sala grande. (Padre John Magee, secretario del Papa Juan Pablo I desde finales de agosto de 1978 hasta que murió).
• Al día siguiente de la ceremonia de entronización, le pregunté a su médico personal cómo encontraba a mi hermano, teniendo en cuenta las presiones a las que desde entonces se vería sometido. El doctor me tranquilizó. Me dijo que mi hermano gozaba de una excelente salud y que su corazón se encontraba en buenas condiciones. (Eduardo Luciani).
• En los ocho años que paso en Venecia, el cardenal Luciani guardó cama una sola vez. Tenía una simple gripe. Por lo demás, el patriarca de Venecia era un hombre muy saludable y no sufría ninguna enfermedad. (Monseñor Giuseppe Bosa, administrador apostólico de Venecia).
• Albino Luciani no sufría del corazón. Una persona que sufre del corazón no escala montañas, como hacía el patriarca. Entre 1972 y 1977, salíamos una vez al año a escalar. Acostumbrábamos a ir a Pietralba, cerca de Bolzano, para escalar el Corno Bianco, desde los 1.500 hasta los 2.400 metros de altura, y a buena velocidad... Nunca advertí en Luciani ningún síntoma de insuficiencia cardiaca. Al contrario. A instancia mía, después de mucho insistirle, se hizo un electrocardiograma en 1974, sin que le notaran nada irregular. Inmediatamente antes de partir para el cónclave, en 1978, y después de visitar el Instituto Stella Maris, le hicieron un chequeo médico completo. Los resultados fueron favorables en todos los aspectos. La teoría del "stress" o del agotamiento es una estupidez. Su horario de trabajo en el Vaticano no era más largo que el que tenla en Venecia, y en el Vaticano tenía muchos más ayudantes, recibía más colaboración y le asesoraban qué se yo cuántos consejeros. Los hombres de las montañas no mueren del corazón. (Padre Mario Senigaglia, secretario de Albino Luciani entre 1970 y 1976).
• El doctor Da Ros me dijo "¿Tienen algún medicamento secreto? Albino Luciani se encuentra en perfecto estado de salud y mucho más relajado... ¿Qué poción mágica le dan?". (Padre Diego Lorenzi, secretario de Albino Luciani desde 1976 hasta su muerte) (12).
• Luciani sabía que, por lo menos desde 1972, existía un grave error en el planteamiento general de las finanzas vaticanas. Benelli le había instruido al respecto: "Evasión de impuestos, movimiento ilegal de acciones". La reacción de Luciani no se hizo esperar "¿qué tiene que ver todo esto con la Iglesia de los pobres? En nombre de Dios"... Benelli le interrumpió: "No. Albino, en nombre del dividendo" (13). El sábado, 27 de agosto, mientras cenaba con el cardenal Villot, Luciani le instruyó para que iniciara de inmediato una revisión de todas las actividades vaticanas, especialmente del Instituto per le Opere di Religione, el IOR, conocido generalmente como el Banco del Vaticano: "la inspección financiera tenía que realizarse de forma discreta, rápida y completa" (14).
El 31 de agosto, el periódico económico italiano Il Mondo pedía al nuevo Papa que impusiera "orden y moralidad" en las finanzas vaticanas, inmersas, según el rotativo, "en la especulación y en aguas insalubres". Il Mondo le planteaba a Luciani preguntas altamente significativas: "¿Es correcto que el Vaticano posea un banco cuyas operaciones incluyen la transferencia de capitales ilegales de Italia al extranjero? ¿Es correcto que dicho banco ayude a los italianos a evadir impuestos?". El periódico italiano impugnaba las relaciones existentes entre el Vaticano y "los financieros y especuladores mas cínicos del mundo"; atacaba, en concreto, a Paul Marcinkus, director del Banco Vaticano, y a su colaborador Luigi Mennini, así como al banquero siciliano Michele Sindona (15).
La respuesta fue dada por el ministro de Comercio Exterior, Rinaldo Ossola, en una circular enviada a todos los bancos italianos. En ella se recuerda que el IOR "es a todos los efectos una institución bancaria no residente", es decir, un banco extranjero que ha de comportarse como los demás en sus relaciones con las instituciones crediticias del Estado italiano (16).
En principio, Marcinkus y sus colaboradores formaban parte de un estudiado cambio de política económica por parte del Vaticano.
En efecto, "enfrentado con el problema que representaba una Iglesia católica opulenta cuando él aparentemente aspiraba a construir una Iglesia pobre para los pobres, Pablo VI, asesorado por sus consejeros, decidió que lo más práctico era despojarse de su opulencia italiana, demasiado flagrante, y repartirla en forma de reinversiones entre distintos países.
• ¿Hay personas interesadas en enterrar el recuerdo del Papa Luciani?
De este modo el Vaticano, no sólo evitaba el acoso impositivo del Gobierno italiano, sino que se abría a un mercado más vasto en el que los beneficios podían ser superiores" (17). En realidad, el Vaticano se convirtió en una especie de paraíso fiscal, que fue pronto descubierto y explotado por financieros y especuladores que, al amparo de la poderosa logia Propaganda Dos (P2), habían de protagonizar el fraude fiscal a gran escala: "a comienzos de los años setenta, las fugas ilegales de divisas eran ya tan masivas que habían empezado a provocar graves problemas en la economía italiana" (18). A través de Sindona, en 1971, Marcinkus conoce a Calvi, presidente del Banco Ambrosiano: "los diversos departamentos financieros del Vaticano siguieron descargando sobre Sindona y después sobre Calvi gran cantidad de empresas italianas cuya posesión resultaba molesta para la Iglesia" (19). Y junto a estos, Licio Gelli, gran maestre de la logia Propaganda Dos, con su colega Umberto Ortolani. La P2 era un estado dentro del Estado: "en los años setenta, si alguien quería llegar alto en Italia el mejor camino a su alcance era aliarse con Gelli y la P2" (20).
El IOR tenía en 1978 más de 11.000 cuentas corrientes: "El banco había sido creado por Pio XII durante la segunda guerra mundial, y en el acta fundacional constaba que estas cuentas debían pertenecer, en su gran mayoría, a órdenes y congregaciones religiosas. Cuando Albino Luciani se convirtió en Pontífice, solo 1047 cuentas corrientes estaban destinadas a ordenes o instituciones religiosas. Otras 312 pertenecían a diversas parroquias, y 290 se hallaban en manos de distintas diócesis. Las restantes, que sumaban 9.531, eran propiedad de diplomáticos, altos prelados y "'ciudadanos privilegiados", muchos de los cuales ni siquiera eran italianos. Cuatro de estos privilegiados, de todos modos, sí lo eran: Sindona, Calvi, Gelli y Ortolani" (21).
Hechas las oportunas Indagaciones (a través de Villot, Benelli y otros), Luciani estaba decidido a imponer su autoridad, como había anunciado el 23. de septiembre en San Juan de Letrán. En la tarde del 28 le dice a Villot que Marcinkus y sus colaboradores serían inmediatamente destituidos y que se habrían de cortar todas las relaciones con el Banco Ambrosiano: "Me propongo terminar con esta relación en un futuro muy próximo. En mi opinión, resultaría imposible dar este paso si los que tienen las riendas son los mismos de ahora" (22). En este contexto, resulta significativo que muriera con los papeles de los cambios, que fueron hábilmente sustituidos por el devoto libro de La imitación de Cristo. Las quejas del padre Lorenzi y de otros residentes de los aposentos papales dieron como fruto esta insuficiente rectificación:
• Después de realizar las necesarias indagaciones, estamos ahora en condiciones de afirmar que el Papa, cuando fue encontrado muerto en la mañana del 29 de septiembre, sujetaba en sus manos unas hojas de papel que contenían escritos personales suyos, tales como homilías, alocuciones, reflexiones y diversos apuntes (23).


• León X, blanco de una conspiración de cardenales en 1517.
Luciani comunica, además, a Villot otros cambios: el cardenal Cody, de Chicago, sería definitivamente relevado de su cargo; Baggio iría a Venecia; Felici sería nombrado vicario de Roma en sustitución de Poletti; Poletti ocuparía el lugar de Benelli en Florencia, y Benelli sería nombrado secretario de Estado, reemplazando al propio cardenal Villot (24).
Es posible que Marcinkus, sin estar activamente involucrado en la conspiración, actuara como catalizador, al comunicar confidencialmente la inminencia de su cese:
"Varios siglos antes un rey inglés exclamó: "¿Es que no hay nadie que pueda librarme de este cura entrometido?". Poco después, la Iglesia católica sumaba otro mártir en la figura de Tomás Becket" (25).
Cuando muere Juan Pablo I, sus propias indagaciones estaban a punto de encontrarse con las que el Banco de Italia realizaba sobre las actividades del banco milanés de Calvi: "Calvi se hallaba perfectamente informado de los progresos que hacía el Banco de Italia con sus investigaciones. Intimo amigo como era de Licio Gelli, el banquero milanés podía contar con puntuales informes sobre las actividades de los investigadores fiscales italianos. También estaba al tanto de que el Papa había empezado a indagar en los secretos del Banco Vaticano. Al igual que Marcinkus, Roberto Calvi sabía que sólo era cuestión de tiempo que las dos investigaciones que se realizaban por separado coincidieran en demostrar que entrometerse en uno de los dos imperios financieros mencionados era igual que entrometerse en los dos" (26).

ASESINATOS EN SERIE
Tras la muerte de Albino Luciani, sorprende la serie de "asesinatos y atentados violentos con fines intimidatorios, que se han perpetrado para enmascarar la práctica habitual del saqueo a gran escala":
• El 29 de enero de 1979 es asesinado el magistrado Emilio Alessandrini, cuando verificaba policialmente el informe del Banco de Italia sobre las actividades delictivas del Banco Ambrosiano.
• El 21 de marzo del mismo año, es asesinado el abogado y periodista Mino Pecorelli, miembro arrepentido de la logia P2, que había publicado algunos informes sobre el escándalo del petróleo, fraude calculado en 2.500 millones de dólares, cuyo cerebro había sido el propio Gelli; además Pecorelli había elaborado una lista de 121 masones vaticanos. En opinión de Felici, unos lo eran y otros no; de todos modos, desde el 12 de septiembre la lista estaba en la mesa del Papa Luciani. Pecorelli, que había prometido a sus lectores cuantiosas revelaciones sobre la logia Propaganda Dos, murió de un disparo en la boca.
• Poco después de la medianoche del 11 de julio, al volver a su casa, es asesinado el fiscal Giorgio Ambrosoli, que, habiendo indagado sobre el "crack Sindona", había comenzado a declarar el 9 de julio sobre el banquero siciliano y el día 10 había revelado operaciones ilegales de este con un "banquero milanés" y un "obispo norteamericano", es decir, Roberto Calvi y Paul Marcinkus, respectivamente.
• El 13 de julio, juntamente con su chófer, es asesinado el teniente coronel Antonio Varisco, jefe del servicio de seguridad de Roma, que seguía una investigación sobre la P2 y había hablado largamente por teléfono con Ambrosoli sobre el tema del día (Sindona), el 9 de julio.
• El 21 de julio, es asesinado Boris Giuliano, jefe del C.I.D. y superintendente de las fuerzas de policía de Palermo, que se había entrevistado el día 9 con Ambrosoli; Giuliano fue sustituido por Giuseppe Impallomeni, miembro de la P2 (27).
Es importante también la carta que, fechada el 12 de enero de 1981, envía al Papa Juan Pablo II un grupo e accionistas del Banco Ambrosiano: "Tal como ha quedado revelado por un creciente número de casos judiciales, Roberto Calvi se encuentra hoy por hoy a horcajadas, con un pie sobre la francmasonería más aberrante, como la logia P2, y con el otro en los círculos de la mafia, como resultado de haber heredado el puesto e Sindona. Todo esto se ha podido realizar a través de la actuación de hombres a los que el Vaticano protege y aplaude, como por ejemplo, Ortolani, que se mueve entre el Vaticano y los círculos más poderosos del hampa internacional. Ser socio de Calvi significa ser socio de Gelli y de Ortolani, dado que ambos le guían y ejercen sobre él una vasta influencia. El Vaticano, por lo tanto, le guste o no le guste, al estar asociado con Calvi, también es socio activo de Gelli y Ortolani" (28).
Calvi sabía que la carta había sido enviada al Papa y que contaba con la aprobación de su administrador general y consejero delegado Roberto Rosone. Este, que se esforzaba por limpiar el Ambrosiano, sufriría un atentado el 27 de abril de 1982, resultando herido en las dos piernas.
• El 2 de marzo de 1981, la oficina de prensa del Vaticano divulgó un documento que intrigó a mucha gente; en él se recordaba a los católicos practicantes que el Código Canónico "prohíbe a los católicos, bajo la pena de excomunión, unirse a organizaciones de carácter masónico o similar". Pocos días después, el 17 de marzo, la policía irrumpe en la villa palaciega que Gelli tenía en Arezzo y en sus despachos de la fábrica textil Gio-Le. Gelli había volado a Sudamérica. En la caja fuerte de Gelli, la policía descubre una lista de 962 miembros de la P2: militares (más de 50), industriales, miembros del Parlamento (nada menos que 36); en fin, un estado dentro del Estado (29).
Desde su santuario personal de Montevideo, Licio Gelli seguiría exigiendo voluminosas cantidades de dinero al banquero milanés, al que solía telefonearle a la villa de Drezzo: "Clara Calvi, viuda de Roberto, y su hija Anna, han señalado que el número de teléfono de la villa sólo lo conocían dos personas Gelli y Umberto Ortolani: la línea caliente de la logia P2. Gelli jamas decía su verdadero nombre cuando alguien de la familia Calvi le preguntaba quién era. Les respondía con su nombre en clave: Luciani" (30). Esta clave la utilizaba desde 1978.
Brevemente, otros acontecimientos significativos: "el 27 de marzo de 1980, Michele Sindona fue declarado culpable de 65 actos delictivos, entre ellos, fraude, conspiración, perjurio, falsificación de asientos bancarios y apropiación indebida de los fondos de su banco" (31). Se le impuso una condena de 25 años de cárcel. Esto fue en Estados Unidos, donde se encontraba; también pesaba sobre él, desde hacía vanos años, una orden de extradición presentada por el Gobierno italiano.
El 29 de julio de 1981, Calvi "fue sentenciado a cuatro años de prisión y a pagar una multa de 16.000 millones de liras. Sus abogados apelaron de inmediato y Calvi fue puesto en libertad bajo fianza" (32). Casi un año después, el 18 de junio de 1982, Calvi aparece colgado de un puente de Londres (33); unas horas antes, su secretaria, Graziella Corrocher, había caído desde el cuarto piso de la sede central del banco milanés, dejando una "nota de suicidio"; algo parecido sucede unos meses después, el 2 de octubre de 1982, con Giuseppe Dellacha, un ejecutivo del Banco Ambrosiano (34). El 13 de septiembre de 1982, Licio Gelli fue detenido en Ginebra y fue encarcelado en Champ Dollon, una prisión de máxima seguridad, mientras se tramitaba la extradición; pero el 10 de agosto de 1993 Licio Gelli había escapado (35).

Por su parte, Marcinkus y sus colaboradores siguen al frente del IOR, pero sin salir del pequeño Estado Vaticano, por temor a ser arrestados: "permanecen fugitivos de la justicia italiana" (36).
Sin que se pueda concretaren una persona la responsabilidad de la muerte de Juan Pablo I, de todo lo anterior se deduce que el 28 septiembre de 1978 había quienes "tenían mucho que perder" si el Papa Luciani continuaba en la silla de Pedro: Sindona, Calvi, Marcinkus, Cody y, desde esa tarde, el propio Villot. Licio Gelli y Umberto Ortolani también se veían directamente afectados: "para estos dos hombres, líderes de la P2, perder a Roberto Calvi significaba que la logia perdería a su principal valedor" (37).

• Calvi apareció colgado en un puente de Londres, en junio de 1982.
Y, desde luego, se deduce que había también una organización poderosa y tentacular, dispuesta a matar: la logia Propaganda Dos.

HASTA EL ULTIMO RESPIRO
Quienes prefieren enterrar el testimonio de Juan Pablo I, porque su trágico final los parece increíble, cosa de ciencia?ficción o de literatura sensacionalista, deberían liberarse de cómodos prejuicios, atenerse a los datos constatados (y constatables) y hacer un recorrido por la historia de la Iglesia, considerando algunos precedentes. Aunque la trama haya sido distinta, ahí está, aun cercano, el atentado contra Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1981. Y ahí está, en la época del Renacimiento, por ejemplo, la conspiración contra León X, realizada no ya por la logia P2, sino por miembros del colegio cardenalicio, una conspiración que parece de ciencia-ficción, pero que ha pasado a los anales de la historia:
"Hasta qué punto había llegado la corrupción en Roma, lo demuestra la conjuración de los cardenales en 1517, año en que Lutero publicó sus tesis. León X era un Papa popular, pero entre los cardenales había muchos descontentos.

• Nadie podía imaginar que aquel palio estuviera prematuramente manchado de sangre. Cabeza de la conjuración fue el cardenal Petrucci, el cual estaba además movido por sentimientos de rivalidad política, ya que hasta poco antes su familia había ocupado en Siena una posición análoga a la de los Médicis en Florencia.
El plan de Petrucci era asesinar al Papa con ayuda de su médico.
Gano a su causa a los cardenales Sauli, Soderini, Accolti, Castellesi e incluso al viejo camarlengo Rafael Riario, el nepote de Sixto IV. No podemos decir con seguridad en qué medida estaban éstos complicados en el proyecto de asesinato, pero lo cierto es que dejaron las manos libres a Petrucci. Riario esperaba con esta ocasión llegar a ser Papa. El complot fue descubierto, y León X intervino enérgicamente. Petrucci fue ajusticiado, y los demás escaparon del mal paso con fuertes multas en dinero" (38).
Con un año de anticipación, Yallop anuncia la solución del contencioso que, tras la muerte de Calvi el Gobierno italiano y un consorcio de bancos internacionales mantienen con el Vaticano: "Según noticias filtradas de los despachos ginebrinos en febrero de 1984, finalmente se ha llegado a un acuerdo. La banca internacional recuperara aproximadamente dos tercios de los 600 millones de dólares que cedió en préstamo al holding de Calvi en Luxemburgo. De esa cifra, unos 250 millones de dólares los pagará el Banco del Vaticano" (39).


Un año después, se confirmaría la noticia. Del 5 al 7 de marzo de 1985 se reúne en Roma, por quinta vez en cuatro años, la comisión internacional de cardenales encargada de aconsejar al Papa en asuntos económicos. En la reunión se aborda nuevamente el conflicto del IOR y su implicación en la quiebra del Banco Ambrosiano, "asunto que le ha costado últimamente al Vaticano una devolución, voluntaria, al Estado italiano de 250 millones de dólares (alrededor de 45.000 millones de pesetas)" (40).
Como ya se ha dicho, los datos que aquí se recogen no están sólo en la fantasía de su autor, son de dominio público y ninguno de ellos ha sido desmentido por los testigos aludidos, antes bien, cualquiera de ellos puede ser confirmado por quienes todavía viven. Es una pena que Benelli, muerto prematuramente a los sesenta y un años el 26 de octubre de 1982, no pueda dar su opinión sobre el conjunto de datos ahora disponibles. Y lo mismo se diga del cardenal Felici, muerto "repentinamente" el 22 de marzo del mismo año "a causa de un infarto cardiaco", a los 70 años (41).
Su apartamento fue sellado tras su muerte "por orden de la Secretaría de Estado par proteger los posibles documentos importantes que en él se encontraran" (42). No se debe olvidar que Benelli y Felici eran hombres de confianza de Juan Pablo I y estaban además en el entresijo de los cambios que Luciani se disponía a realizar.




• Cardenales Benelli y Felici, estrechos colaboradores del Papa Luciani.


RECUPERAR A UN PAPA
En todo este asunto, está en juego la figura de Juan Pablo I que es preciso recuperar. Juan Pablo I no es sólo el Papa de la sonrisa. Esto es periodismo superficial. Algo singular debió ocurrir en la capilla Sixtina cuando fue elegido el 26 de agosto de 1978: se ha hablado de milagro moral, elección "carismática", clara acción del Espíritu (43). Su nombre papal era no sólo un homenaje de gratitud a Juan y a Pablo, sino también todo un programa al servicio de la renovación eclesial. Al día siguiente, en su primer mensaje al mundo, había de anunciar "nuestro programa consistirá el continuar el suyo (de Pablo VI), siguiendo el rumbo marcado ya con tanta aceptación por el gran corazón de Juan XXIII" (44). Para ello, quería continuar la aplicación del Concilio Vaticano II, recordar a la Iglesia entera que la evangelización sigue siendo su deber principal, proseguir con paciencia y firmeza el diálogo sereno y constructivo y alentar todas las iniciativas que puedan tutelar e incrementar la paz en este mundo turbado. Y todo ello, con una entrega total y una voluntad decidida:
"El Evangelio llama a todos sus hijos a poner las propias fuerzas, y la misma vida, al servicio de los hermanos, en el nombre de la caridad de Cristo: "Nadie tiene mayor amor, que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13). En este momento solemne pretendemos consagrar todo lo que somos y podemos a este fin supremo, hasta el último respiro, conscientes del encargo que Cristo mismo nos ha confiado. "Confirma a los hermanos (Lc 22, 32)".
Benelli, su gran elector, conocía bien al Papa Luciani: "Después de absorber toda la información que pudiera obtener, entonces y sólo entonces tomaba una decisión. Pero cuando el Papa Luciani tomaba una decisión, no había nada... que pudiera detenerle o, apartarle de su objetivo. Amable, si. Humilde también. Pero cuando emprendía una acción, era como una roca, ladera abajo" (45).

• Monseñor Martin. Detrás, parcialmente tapado, el médico personal de Juan Pablo I; y detrás de él, a la derecha, Ludovico Montini, hermano de Pablo VI.
Esta voluntad decidida, hasta el último respiro, la había de emplear, desde ese mismo día, en la ardua tarea de purificar un templo, que -siendo, como aquél, casa del Padre- nuevos mercaderes habían convertido en "cueva de ladrones" (Mt 21.1 13). "Hay hombres aquí, dentro de la ciudad del Vaticano, que parecen haber olvidado la verdadera finalidad de la Iglesia". Hombres que han convertido la Santa Sede en una especie de mercado, Este es el motivo por el cual pienso realizar todos estos cambios" (46), diría Luciani a Villot el 28 de septiembre por la tarde. Juan Pablo I no era continuador de los Papas anteriores. Con el primer nombre compuesto en la historia del papado iniciaba "una nueva dinastía en el pontificado demostrando su iniciativa y originalidad" (Tarancón), abría "una época de fuerte renovación en el interior de la iglesia" (Pironio), "amaba a los pobres y el Tercer Mundo" (Arns). Como dijo en la basílica de San Juan de Letrán, al tomar posesión de la diócesis de Roma "Roma será una verdadera comunidad cristiana si se honra en ella a Dios no sólo con la afluencia de los fieles a las iglesias, no únicamente con la vida privada vivida morigeradamente, sino también con el amor a los pobres. Estos - decía el diácono romano Lorenzo - son los, verdaderos tesoros de la Iglesia; por eso se les ayuda por quien pueda a tener más y a ser más sin humillarlos ni ofenderlos con riquezas ostentadas, con dinero despilfarrado en cosas fútiles, y no invertido, cuando es posible, en empresas de común ventaja" (47).
Por su ascendencia familiar y por la trayectoria de su ministerio sacerdotal y episcopal, se presentaba ante el mundo como un Pontífice que conduciría a la Iglesia "hacia una mayor pobreza, hacia una más vívida y comprometida solidaridad con los trabajadores, hacia una más exigente línea evangélica" (48).
Desde el primer momento, el Papa Luciani dio dos muestras importantes de que quería gobernar la Iglesia con un estilo nuevo: "Primero el Papa dijo a los cardenales que pensaba gobernar de forma colegiada con sus hermanos obispos "aprovechándonos de su trabajo en el gobierno de la Iglesia universal". Después se deshizo de la tradicional ceremonia de la coronación, de la tiara real y el trono papal que había llegado a simbolizar el poder temporal del papado" (49).
En la mañana del 28 de septiembre, Juan Pablo I dirigía a un grupo de obispos filipinos su ultimo discurso, que, a la luz de los acontecimientos posteriores, asumiría un significado especial: "Al daros la bienvenida con profundo afecto, deseamos recordar un pasaje encontrado en el Breviario. Se refiere a Cristo y fue citado por Pablo VI durante su visita a Filipinas: "Yo debo dar testimonio de su nombre, Jesús es Cristo, el Hijo de Dios Vivo...". Entre los derechos del fiel, uno de los mayores es el derecho a recibir la Palabra de Dios en toda su integridad y pureza, con todas sus exigencias y fuerza. Un gran reto de nuestro tiempo es la completa evangelización de todos aquellos que han sido bautizados, y en dicho reto, los obispos de la Iglesia tienen una responsabilidad primordial" (50).
El día 28 por la tarde el propio Benelli acudió al Vaticano. Luciani le había telefoneado a media mañana y pensaba depositar en él la responsabilidad política y diplomática del Vaticano. El propio Benelli diría después por Radio Vaticano: "Lo encontré perfectamente de salud y con un humor excelente". Algo semejante dice el cardenal Villot, que había despachado con el Papa por la tarde: "El Papa se encontraba perfectamente. No noté signo alguno que pudiera prever el fatal desenlace, y ni siquiera lo encontré fatigado". Finalmente, el cardenal Colombo, arzobispo de Milán, reveló que ya de noche recibió una llamada telefónica del Papa y que no advirtió anomalía alguna en su voz. En efecto, "todos coinciden en asegurar que nada anormal detectaron en el Papa" (51).
Con singular acierto, Cipriano Calderón contempló la figura de este "Papa profeta", que se marchó "de una forma extraña" y cuyo manto es preciso recoger. "Elías se marchó de una forma extraña, arrebatado en un carro de fuego, según nos cuenta la Biblia; pero hubo un Eliseo que estaba a su lado atento a lo que ocurría y recogió inmediatamente el manto del insigne profeta. Algo así tendrá que suceder ahora" (52).


• La Iglesia tiene derecho a saber. En una reciente visita a Vittorio Veneto, donde fue obispo el Papa Luciani, Juan Pablo II proclamó esta verdad profunda y fundamental: sobre el horizonte de la historia actual está la figura del Papa Luciani, "la dulce figura que sigue siempre viva en mi corazón y me acompaña sin cesar" (53). Estas palabras las dijo emocionado aquel que (ciertamente, llama la atención) había de estrenar su primer día de pontificado el 17 de octubre de 1978, precisamente el día en que un 17 de octubre de 1912 se le diera al Papa Luciani el don de la vida.
Juan Pablo I no murió de forma natural. Este mensaje, completado a su vez por datos posteriores, lo hemos recibido, no por casualidad, el 29 de diciembre de 1984, fiesta de Santo Tomás Becket aquel "cura entrometido" con quien Juan Pablo I es comparado (54). Creo que fue un regalo de ambos y que, en cierto sentido, en todo este asunto "el arcángel Miguel alterca con el diablo" disputándose el cuerpo de Juan Pablo I (Jd 9), que precisamente murió un 29 de diciembre, fiesta de San Miguel. De ningún modo, podemos enterrar su testimonio; al contrario, hemos de proclamar gozosamente ante el mundo que sigue habiendo enviados capaces de lanzar a los poderes del mal el frontal desafío: ¿Quién como Dios? Capaces de actuar en nombre de Dios, hasta el último respiro.



Nota: Otra muestra más de los crímenes que se han cometido y cometen dentro de las cabezas visibles de la Iglesia de Roma: J.N.Robles Olarte