miércoles, 22 de agosto de 2007

Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra,
ombligo de un mundo deshabitado,
orgulloso y eminente,
al cual de algún modo yo pertenecía.
Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana,
cavando surcos,
alisando peñascos.
Me sentí chileno, peruano, americano.
Había encontrado en aquellas alturas difíciles,
entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas,
una profesión de fe,
para la continuación de mi canto."

Pablo Neruda
ALTURAS DE MACCHU PICCHU
XII

Sube a nacer conmigo, hermano.

Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

Pablo Neruda

El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana.

Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras,
y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar,
que no puede ser fruto redondo en una rama.
El pie del niño entonces
fue derrotado, cayó
en la batalla,
fue prisionero,
condenado a vivir en un zapato.

Poco a poco sin luz
fue conociendo el mundo a su manera,
sin conocer el otro pie, encerrado,
explorando la vida como un ciego.

Aquellas suaves uñas
de cuarzo, de racimo,
se endurecieron, se mudaron
en opaca substancia, en cuerno duro,
y los pequeños pétalos del niño
se aplastaron, se desequilibraron,
tomaron formas de reptil sin ojos,
cabezas triangulares de gusano.
Y luego encallecieron,
se cubrieron
con mínimos volcanes de la muerte,
inaceptables endurecimientos.

Pero este ciego anduvo
sin tregua, sin parar
hora tras hora,
el pie y el otro pie,
ahora de hombre
o de mujer,
arriba,
abajo,
por los campos, las minas,
los almacenes y los ministerios,
atrás,
afuera, adentro,
adelante,
este pie trabajó con su zapato,
apenas tuvo tiempo
de estar desnudo en el amor o el sueño,
caminó, caminaron
hasta que el hombre entero se detuvo.

Y entonces a la tierra
bajó y no supo nada,
porque allí todo y todo estaba oscuro,
no supo que había dejado de ser pie,
si lo enterraban para que volara
o para que pudiera
ser manzana.

Pablo Neruda
INVITATORIO

Venid, cantemos gozosos al Sobereano del Universo,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
con acciones de gracias vayamos ante Él,
aclamemos con salmos.

Porque es el Soberano un Creador grande,
Rey grande sobre todos los dioses;
en Sus mamos estan las honduras de la tierra,
y Suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, pues Él mismo lo hizo,
y la tierra firme que Sus manos formaron.

Entrad, adoremos, prosternémonos,
!de rodillas ante el Soberano que nos ha hecho¡
Porque Él es nuestro Creador,
y nosostros el pueblo de Su pasto,
el rebaño de Su mano.

!Oh, si escucháramos hoy Su voz¡ :
"No endurescáis vuestro corazón como en Meribá,,
como el día de Massá en el desierto,
donde Me pusieron a prueba vuestros padres,
Me tentaron aunque habían visto Mi obra."

"Cuarenta años Me asqueó aquella generación,
y dije : Pueblo son de corazón torcido,
que Mis caminos no conocen.
Y por eso en Mi cólera juró :
!No han de entrar en Mi reposo¡ "

Salmos 95 (94), Biblia de Jerusalén, Edición 1985


Permalink Editar Borrar sin comentarios