Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra,
ombligo de un mundo deshabitado,
orgulloso y eminente,
al cual de algún modo yo pertenecía.
Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana,
cavando surcos,
alisando peñascos.
Me sentí chileno, peruano, americano.
Había encontrado en aquellas alturas difíciles,
entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas,
una profesión de fe,
para la continuación de mi canto."
Pablo Neruda
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