sábado, 20 de marzo de 2010


B''H
El Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, órgano cultural de la Asociación Israelita de Venezuela, les da bienvenida y agradece la presencia en este teatro de la Asociación Cultural Humboldt
El documental que hoy vamos a ver cuenta una historia actual, con gente que vive hoy en día, y que ha mantenido una conexión espiritual con la judería mundial.
Son los descendientes de un grupo de judíos convertidos a la fuerza al cristianismo que llegó a Brasil y que hoy en día viven en los remotos parajes del Sertón.
La palabra Sertón proviene del aumentativo de Desierto, y es una zona de 800 mil kilómetros cuadrados, -es decir, toda Venezuela sin la mitad del estado Amazonas– al noreste de Brasil en el que viven aproximadamente 20 millones de personas. Está comprendido por los estados de Bahía, Río Grande del Norte, Pernambuco, Paraíba, Piauí, Ceará, y partes de Alagoas y Sergipe.
Esta película, realizada por las cineastas Elaine Eiger y Luize Valente en el año 2005, cuenta con la invalorable contribución de una de las autoridades académicas más importantes sobre la Inquisición en Brasil, la doctora Anita Waingort Novinsky, de la Universidad de San Pablo, y quien gentilmente nos envió este filme. En el programa original, ella debía estar esta noche compartiendo con nosotros; pero, por razones personales, no pudo venir.
Junto a la doctora Novinsky, también se cuenta en esta película con la asesoría del antropólogo Natán Wachtel y del experto en genealogía Paulo Valadares. Igual de importante es el testimonio directo de los marranos nordestinos cuyo testimonio vamos a conocer.
Pero, para comprender, las raíces históricas del fenómeno del marranismo lusitano, remontémonos brevemente a la historia de los judíos en Portugal que no empieza; pero, sí cambia radicalmente en el año 1492 con el edicto de expulsión de España que los reyes católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, impusieron a los israelitas de sus reinos.
De los 250 mil judíos que salieron de España para la fecha marcada, en julio de 1492, aproximadamente 80 mil optaron por refugiarse en Portugal. En ese entonces los judíos llegaron a constituir un cuarto de la población de ese reino.
El rey don Juan II utilizó la desgracia de los judíos para lucrarse. Impuso a los inmigrantes que carecían de un permiso el pago de dos escudos por persona durante ocho meses. La idea de la mayoría de los judíos españoles que entraron en Portugal era salir a otro destino; pero, no había barcos suficientes para ellos. el rey ordenó esclavizar a los inmigrantes que pudieron pagar.
También mandó que los niños menores de catorce años fueran bautizados a la fuerza y llevados a la isla de San Tomé, en África, entonces casi deshabitada, donde muchos encontraron la muerte.
En 1495, ascendió al trono portugués d. Manuel I, quien estaba casado con una hija de los reyes católicos, doña Isabel, con quien tenía un hijo, Miguel de la Paz, pero en corto tiempo ambos murieron. El rey Manuel pidió entonces la mano de su cuñada María de Aragón, y de este infeliz matrimonio (que luego significaría la anexión de Portugal a España durante el reinado de los Felipes) trajo consigo la exigencia de los monarcas españoles de la expulsión de los judíos también de Portugal.
Para d. Manuel I esta exigencia significaba la ruina del reino, por cuanto necesitaba de los capitales financieros y humanos que representaban los judíos portugueses y los recién llegados.
El 5 de diciembre de 1496, el Rey firma el decreto de expulsión de los judíos de Portugal y fija como plazo el 31 de octubre de 1497 como fecha tope para que se conviertan o abandonen el país. Una gran parte de los judíos huyó como pudo; algunos se convirtieron; pero, una parte importante se mantuvo fiel al judaísmo.
A la par, las fronteras de Portugal estaban cerradas para los judíos y así como todos los puertos, a excepción del de Lisboa.
Con la promesa de que vendrían los barcos, el rey ordenó la concentración de los judíos en la capital portuguesa para la fecha acordada. Aproximadamente 20 mil personas se reunieron en el puerto a la espera de unos barcos que no llegaron, simplemente porque aquello era una trampa.
Apiñados en el puerto, el rey ordenó primero que se les arrancaran los niños pequeños a los padres y que fueron entregados a familias cristianas.
Luego, una serie de frailes desde las torres que rodeaban el puerto comenzaron a lanzar agua a los judíos para bautizarlos. La multitud se abalanzó sobre ellos y muchos, arrastrados por las barbas o por el pelo, fueron empujados a pilas bautismales improvisadas con lo que se puso fin al judaísmo oficial en Portugal, para crear el problema del marranismo.
Esta conversión forzada no estaba acompañada de ninguna convicción religiosa. De la noche a la mañana los judíos se vieron obligados a cambiarse el nombre por otro de resonancia lusa y la obligación de llevar públicamente costumbres cristianas.
No obstante, la Iglesia no estaba contenta. En el Papado se oyeron críticas a la manera cómo los portugueses manejaron el asunto de los judíos; y la jerarquía católica local comenzó a diferenciar a los cristianos entre velhos o lindos, y cristãos novos o gente nova a los recién convertidos.
Las prédicas de los frailes dominicos en contra de los cristãos novos tuvieron su eco en abril de 1506, durante la epidemia de peste negra que asoló a Portugal en ese entonces, que además vino acompañada de una gran sequía. El rey Manuel se refugió en Abrantes, mientras las muchedumbres se agolpaban en las iglesias esperando un milagro.
De pronto, el crucifijo de la iglesia de São Domingos, a cargo de los dominicos, se iluminó, lo que se interpretó como un gran prodigio. Un cristiano nuevo que allí estaba señaló que aquello no era un milagro, sino una ranura en la ventana que permitía que el sol diera justamente donde se hallaba la imagen de Cristo.
Aquel acto fue considerado una herejía. El hombre fue linchado en la puerta de la Iglesia y a partir de allí, durante tres días, la turba fue al Bairro Alto de Lisboa a matar a mujeres, niños y hombres de origen judío, mientras los curas iban por las calles gritando Herejía Herejía. Hasta un grupo de marineros extranjeros que se hallaban en el puerto se unieron a los saqueos y a la masacre, y comenzaron a matar a las mujeres.
Entre 1506 y 1536, cuando se estableció la Inquisición en Portugal, los marranos se vieron a sí mismos atrapados en un entramado legal y religioso, marcado siempre por la sospecha de la insinceridad de sus acciones.
Mientras que por un lado los obispos denunciaban las prácticas poco ortodoxas de los recién convertidos, los monarcas se veían beneficiados por los aportes comerciales que los marranos hacían a las arcas portuguesas: las casas comerciales marranas prosperaron y, prácticamente en todos los puertos del Mediterráneo y de los países nórdicos aparecieron, factorías y sucursales comerciales a manos de cristianos nuevos, quienes las aprovecharon para eventualmente utilizarlas como vía de escape hacia ambientes más tolerantes, donde pudieran vivir sin la Inquisición y posteriormente volver abiertamente al judaísmo.
Inicialmente, el destino predilecto de los marranos eran los países musulmanes, como Marruecos, Egipto, y el Imperio Otomano, donde retomaban sus nombres hebreos y su fe judía. Para llegar a estos, ya que la emigración directa estaba prohibida, se utilizaban puertos cristianos como Ancona, Venecia, Ámsterdam, Amberes e incluso de la misma España, según lo señala en su trabajo la investigadora Elvira Azevedo, de la Univeridad de Oporto. Al llegar allí vivían un tiempo como cristianos, para luego retornar al judaísmo, ya fuera para unirse a la comunidad local, cuando ésta existía, o para emigrar.
En otros casos, burlaban a las autoridades eclesiásticas y reales diciendo que iban para un destino cualquiera y desembarcar directamente en ciudades como Constatinopla, Esmirna, Adrianópolis, y Salónica, donde la comunidad portuguesa era tan importante como la española.
En España y otros países de Europa, e incluso en las nacientes colonias americanas, las palabras portugués, fementido y judío eran sinónimos.
Es importante señalar que las comunidades sefardíes levantinas, según lo reporta Cecil Roth, tenían actitudes diferentes para los anusim que venían de España de los de Portugal, porque los rabinos habían determinado que los últimos eran judíos por cuanto habían sido bautizados a la fuerza, mientras que los de Castilla y Aragón habían aceptado de cierta forma voluntaria la conversión. Incluso, en algunas ciudades del Levante se habían organizado las comunidades judías para propiciar la inmigración de marranos portugueses. Algunas de estas iniciativas fueron adelantadas por doña Gracia Mendes y su sobrino José Nassí, el conde de Naxos (en Chipre), famosos ambos como grandes altruistas y con gran poder en las cortes del gran sultán turco.
Durante los siglos XVI y XVII, la corriente emigratoria de los marranos fue constante, ya fuera hacia los territorios musulmanes, hacia los estados papales de Italia, donde por temporadas las autoridades curiosamente se hacían de la vista gorda ante los conversos, o hacia los países donde prosperaba la reforma protestante, como fue el caso de Holanda, y posteriormente Inglaterra. Pero también, el propio monarca portugués fue partícipe de la salida de los marranos de la península, pues muchos eran condenados al destierro a sus colonias, principalmente hacia el Brasil, donde se conformaron grupos de cristianos nuevos, siempre bajo la mirada escrutadora de los sacerdotes y posteriormente de los visitadores del Santo Oficio, pero que por la extensión del territorio permitía un ambiente de mayor libertad.
No obstante, no todos tuvieron la suerte de poder salir de Portugal, y se vieron rodeados de un ambiente de segregación racial, que les impedía casarse con cristianos viejos, y de intolerancia religiosa, no sólo por las persecuciones a toda manifestación pública de judaísmo, atizada por la ignorancia de la nueva fe adquirida a la fuerza, sino a la erradicación de toda fuente y contacto de los cristianos nuevos con la religión ancestral.
Sin rabinos, sin libros, sin poder enseñar abiertamente las tradiciones por miedo a las delaciones e imprudencias de amigos y familiares, los marranos desarrollaron una versión desdibujada y heterodoxa del judaísmo, que por su carácter secreto se empezó a llenar de tradiciones y de conceptos tergiversados, inventados o creados ad hoc, para sustituir lo que se había perdido, y que muchas veces eran de origen cristiano.
1.- Al entrar a una iglesia católica rezaban: «En este templo no creo en figuras de madera ni de metal sino sólo en Amo-nay Di-os de Israel».
2.- Observaban en secreto el judaísmo y en público el cristianismo, algunas veces con ostentación (de ahí que se diga, por ejemplo, que lo de marrano viene de la costumbre de consumir puerco en la calle).
3.- Crearon grupos o «cofradías» como la de san Jusah, donde había incluso sacerdotes marranos que oficiaban de rabinos.
4.- Observaban las fiestas judías y las disfrazaban. El minyan o quórum requerido para la oración –en el que también contaban a las mujeres– cuando había un enfermo terminal lo disimulaban con una visita; los ayunos los hacían yendo de «picnic» al campo o se declaraban enfermos; los sábados las mujeres salían a la calle a hilar en las ruecas y hacían mucho ruido para que no se oyeran los rezos de sus hombres cuando veían a un extraño.
5.- Originaron algunos movimientos mesiánicos como el de Antônio Homem, o Judeu do Sapato, Shlomo Molco (Diogo Pires).
6.- Como carecían de calendarios hebreos, calculaban las fiestas principales para ellos (Pascua, Yom Kipur o Día Pura, y Purim) siguiendo las lunas llenas de marzo, septiembre y febrero, pero para despistar a la Inquisición, celebraban las fiestas días antes o después, lo que luego se confundió como día oficial. De Purim observaban el ayuno de Ester durante tres días. En Kipur se pedían perdón mutuamente. En Pésaj se abstenían de comer pan.
7.- Utilizaban como fuentes de su propia religión los libros católicos. Textos apócrifos como el de Baruc, considerado canónico por el catolicismo, era una referencia importante. El libro de Ester también. El padrenuestro era repetido una y otra vez, y muchas veces hasta se inventaban las oraciones “judías”.
8.- Enterraban a sus muertos en tierra virgen y sin ataúd.
9.- Tenían su propio martirologio, y cada auto de fe les daba nuevos nombres para sus lámparas de aceite, algunas de las cuales eran guardadas celosamente en algún lugar en Portugal, y también en las sinagogas del exterior. Pero, cada quemado por la Inquisición desestimulaba la transmisión del judaísmo, propiciaba el secreto y posteriormente la asimilación.
9.- A la edad de 13 años, los niños recibían la noticia de su origen marrano, generalmente de boca de las mujeres de la casa, verdaderas guardianas de la religión, algunas de las cuales se convirtieron en especie de rabinas o guías espirituales para su comunidad.
Es de hacer notar, que la religión marrana nunca fue estructurada ni uniforme. Cada núcleo adaptaba lo que podía de las raíces originales. Ni cristianos ni judíos, los conversos portugueses se movían, según Elvira Azevedo, entre la heterodoxia, la incredulidad y la vacilación entre ambas creencias. Franz Baer, en Azevedo, explica así la fe marrana: “Profesarían una especie de ambiguo averroísmo, en su intento de armonizar la ‘doble verdad’ de su origen y su coyuntura existencia; otros pretenderían elaborar para su uso cierta noción de continuidad sin contradicciones entre sinagoga e iglesia, que les autoexplicase, calmando su angustia, su propio tránsito”.
Se observa aquí una distinción entre los marranos portugueses y sus pares españoles: mientras los marranos españoles, a excepción de lo experimentado por los chuetas en Mallorca, fueron asimilando a la sociedad a partir de los matrimonios mixtos, en los de Portugal esta costumbre no se observaba, ya fuera por rechazo de la sociedad de cristianos viejos, como incluso también por la de los nuevos que normalmente marginaban a quienes se hallaran en esta situación.
En 1531 los cristianos viejos, sobre todo la clase burguesa que se había visto desplazada de la actividad comercial por sus pares marranos, acusaron a los nuevos de haber provocado el terremoto de Lisboa, y comenzaron a presionar a la corona para el establecimiento del Santo Oficio en Portugal, lo cual se concretó en 1536. Hubo tribunales en Lisboa, Coímbra, Oporto, Lamego, Évora y Tomar.
Algunos de los crímenes contra la fe que constan en los archivos de la Santa Inquisición estaban cambiarse de ropa los sábados, encender velas los viernes por la noche, lavarse las manos antes de comer, ponerles nombres del antiguo testamento a los hijos, que un familiar mirara a una pared al momento de morir o negarse a comer cochino, conejo o mariscos.
Entre los mitos que circulaban en ese entonces se hablaba del abafamiento, que consistía en la acusación de que los marranos ahogaban con una almohada a los moribundos mientras éstos recitaban el Shemá Israel para que no los oyeran los del Santo Oficio.
El primer auto de fe, auto-da-fe, o sea, el espectáculo público en el que se quemaban a los condenados por el Santo Oficio tuvo lugar en Lisboa el 20 de septiembre de 1540.
Durante los 254 años que duró la Inquisición en Portugal, ésta quemó 1.175 personas vivas, y más de 600 en efigie, lo que resultaría gracioso si ello no conllevase sanciones pecuniarias ni discriminación para las familias de los penados. Casi 30 mil personas fueron sentenciadas por la Inquisición.
Un grupo pequeño de cristianos nuevos se refugió en la apartada aldea de Belmonte, en Tras-os-Montes, donde establecieron una comunidad criptojudía, con matrimonios endogámicos, y donde se conservó una versión del judaísmo bastante particular. Esta es la comunidad marrana más emblemática de la actualidad e Israel les envió un rabino para su reincorporación al judaísmo.
De Holanda, por medio de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, salió un grupo de judíos de origen portugués al Brasil dominado por España, y conquistaron primero Bahía en 1624, de donde fueron expulsados al año siguiente, y cinco años después en Recife donde establecieron una colonia, en la que había rabinos y sinagogas, y a la que se unieron muchos cristianos nuevos que ya residían en el territorio brasileño. Entre 1630 y 1654 hubo una importante actividad judía en las Américas, que se frenó cuando Portugal se independiza de la corona española y vuelve al Brasil como potencia colonial.
Curiosamente, según Cecil Roth, quienes apoyaron la reconquista de Recife por parte de Portugal eran los mismos cristianos nuevos europeos, por lo que se dio una especie de guerra entre judíos de origen portugués y portugueses de origen judío por el control del territorio.
De la comunidad de Recife salieron barcos rumbo a otros territorios que Holanda reclamaría como suyos, como Nueva Ámsterdam, la actual Nueva York, o Surinam y Curazao. Mas no todos los judíos que allí vivían pudieron escapar y algunos decidieron, al igual que sus pares peninsulares, aislarse en zonas remotas donde el brazo de los visitadores de la Inquisición no pudiera alcanzarlos.
De los descendientes de aquellos hombres y mujeres trata esta película que presentamos a continuación.

Lic. Néstor Garrido

http://www.youtube.com/watch?v=e2F8kCP1CtI



EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS.





“Conté mis años y descubrí,

que tengo menos tiempo

para vivir de aquí en adelante,

que el que viví hasta ahora....



Me siento como aquel chico

que ganó un paquete de golosinas:

las primeras las comió con agrado,

pero, cuando percibió

que quedaban pocas,

comenzó a saborearlas profundamente.

Ya no tengo tiempo

para reuniones interminables,

donde se discuten estatutos,

normas, procedimientos

y reglamentos internos,

sabiendo que no se va a lograr nada..

Ya no tengo tiempo

para soportar absurdas personas

que, a pesar de su edad cronológica,

no han crecido.

Ya no tengo tiempo

para lidiar con mediocridades.

No quiero estar en reuniones

donde desfilan egos inflados.

No tolero a maniobreros

y ventajeros.

Me molestan los envidiosos,

que tratan de desacreditar

a los más capaces,

para apropiarse de sus lugares,

talentos y logros.

Detesto, si soy testigo,

de los defectos que genera

la lucha por un majestuoso cargo.

Las personas no discuten contenidos,

apenas los títulos.

Mi tiempo es escaso

como para discutir títulos.

Quiero la esencia,

mi alma tiene prisa....

Sin muchas golosinas en el paquete...

Quiero vivir al lado

de gente humana, muy humana.

Que sepa reír, de sus errores.

Que no se envanezca,

con sus triunfos.

Que no se considere electa,

antes de hora.

Que no huya, de sus responsabilidades.

Que defienda, la dignidad humana.

Y que desee tan sólo

andar del lado de la verdad

y la honradez.

Lo esencial es lo que hace

que la vida valga la pena.

Quiero rodearme de gente,

que sepa tocar el corazón

de las personas….

Gente a quien los golpes

duros de la vida,

le enseñó a crecer

con toques suaves en el alma.

Sí…. tengo prisa…

por vivir con la intensidad,

que sólo la madurez

puede dar.

Pretendo no desperdiciar

parte alguna de las golosinas

que me quedan…

Estoy seguro

que serán más exquisitas,

que las que hasta ahora he comido.

Mi meta es llegar al final

satisfecho y en paz

con mis seres queridos

y con mi conciencia.

Espero que la tuya sea la misma,

porque de cualquier manera

llegarás.."