Cuando la persona se separa del mundo, no le acompaña ni el dinero, ni las joyas, ni las pìedras preciosas, sino la Torah y las buenas obras que practicó en vida.
Esto se asemeja a un hombre que tenia tres amigos: al primero lo quería mucho, no se separaba de él y siempre lo llevaba en su mente; el segundo lo quería, pero no tanto como al primero; y el tercero, en raras oacaciones, lo recordaba.
Un buen día éste hombre habiendo sido llamado por el rey se llenó de pavor y pensaba: "Quizás cometí graves faltas y se me condenará".
Pidió, pues, ayuda a los guardias que le permitieran llevar consigo a su muy querido primer amigo para que le acompañara y hablara bien de él al rey. Pero, !Qué decepción¡, aquél no lo quizo acompañar y lo abandonó al momento.
Completamente desilusionado se dirigió al segundo de ellos recibiendo como respuesta, lo siguiente: "Te acompañaré hasta las puertas del palacio, pero no podré entrar contigo"
Fué entonces cuando el hombre se dirigió a su tercer amigo, aquél a quien no le daba importancia alguna, y se sorprendió al oír éstas palabras: "No tengas miedo, que yo iré delante y hablaré bien de tí".
De la misma manera, todos nosotros tenemos tres amigos: los bienes materiales, los parientes y las buenas obras que hayamos practicado durante nuestra vida.
El día que nos separamos del mundo, cuando ya hemos muerto, nos presentaremos ante el Tribunal Supremo del Rey de Reyes el primero en abandonarnos es el dinero, pues nos vamos completamente desnudos,con sólo una simple mortaja; los parientes y amigos nos acompañan hasta la tumba, mientras que las buenas obras se apresuran a defender nuestra causa ante el Creador, quien nos recogerá en Su Gloria Divina y nos concederá, por supuesto, un fallo favorable según nos lo dice el versículo 8 del libro de Isaías 58 : "Y tu caridad andará delante de tí y la Gloria del Creador te recogerá."
Moraleja: Sólo hay un Justo Juez, el Eterno Creador del universo, en quien debemos poner nuestra total confianza.
Tomado del libro "Libro de Oraciones" editado por el Centro Educativo Sefarad de Jerusalén y adaptado por J.N.Robles Olarte
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